miércoles, octubre 13, 2021

ME IRIA A VIVIR SOLO, COMPLETAMENTE SOLO

Con el paso de los meses las aguas se calmaron y la señora tuvo que tomar el timón del barco. Como yo ya había trabajado a sus órdenes directas no me costó mucho acoplarme y contar de nuevo con su confianza. Empezó a tomar cursos de dirección y liderazgo, lo que me hizo entenderla un poco como la mujer que vivió toda su vida a la sombra de su marido, quien siempre la demeritó y la hizo sentir menos. 

El junior parecía niño con juguete nuevo tratando de poner en práctica lo que había aprendido en la universidad, en su empresa recién heredada sin saber en realidad lo que estaba haciendo. Para mi él era el responsable de la muerte de su papá pues nadie me quitaba de la cabeza que, si él no hubiera ido manejando ese día, probablemente la historia sería diferente. Desde un inicio me encargué de dejarle en claro con mi actitud que jamás lo vería como jefe,  y al parecer él así lo entendió pues en mi área no se metió. La familia así como llegó empezó a alejarse y todos retomamos las actividades que teníamos, únicamente con la supervisión de los amigos del Junior que ésos sí se quedaron. 

Yo iba avanzando en mis clases de inglés sin embargo llegó un punto en que ya no se iba a abrir el curso siguiente en forma diaria, por lo que le solicité a la señora me permitiera los sábados trabajar en las tardes en lugar de las mañanas. Estaba tan entusiasmada y se veía tan identificada con mis ganas de seguirme superando que aceptó el cambio, empezaría a trabajar los sábados de 2 a 7 de la tarde.

Mi relación con Adriana fue mejorando inversamente proporcional a mi relación con Claudia, con quien cada vez tenía más problemas. Prácticamente una vez a la semana se peleaba con el marido y trataba de ponerme en medio, yo tratando de no tomar partido me mantenía al margen hasta un punto en que la relación se volvió insoportable y tuve que ponerle un alto. Terminamos peleándonos y al recordarme que estaba viviendo en SU casa supe que era hora de irme de ahí, aunque apenas habían pasado 5 meses de estar viviendo juntos.

Mi sobrino nuevo ya había nacido y sabía que volver a casa de mi hermana era impensable por lo que con el apoyo moral de Adriana y con mi “ingreso extra” decidí buscar un lugar por mi cuenta. Empecé a buscar lugares en el periódico y a la hora de la comida iba con Adriana a verlos. Un día me comentó que álguien le había dicho había un letrero de “Se renta” en un lugar muy cercano a la oficina, por lo que fuimos a verlo.

Al llegar noté que el lugar no me era desconocido, ya había pasado muchas veces por ahí y siempre volteaba a verlo por el letrero que había en la planta baja que llamaba mi atención “Club cinegético de Morelia”, siempre me había preguntado qué significaba eso. El lugar en renta estaba en el segundo piso, era un tipo estudio con espacio de recámara-sala-comedor con un espacio para la cocina y un pequeño recibidor. Estaba un poco descuidado y sólo tenía medio baño, el de regadera estaba en la planta baja. La ventaja es que estaba a escasas cuadras de la oficina y del centro, a mis clases de inglés también podía llegar caminando, además de que la renta la podía pagar sin problemas. Pensé que con un poco de pintura y amueblado el lugar no quedaría tan mal, por lo que hice el contrato para rentarlo. Ya podía darlo por hecho, el 15 de Agosto me iría a vivir solo, completamente solo.

jueves, octubre 07, 2021

HABIA MUERTO MI LEALTAD A LA EMPRESA

El día del sepelio parecía que los que se acababan de quedar huérfanos éramos algunos de la oficina, pues estábamos más afectados que la propia familia. Por mi parte no podía dejar de pensar en esa mañana, esa mañana que al salir de mis clases de inglés me llegó de repente el aroma de la loción que usaba del señor, no podía dejar de pensar que quizá justo a esa hora estaba sucediendo el accidente. No podía dejar de pensar en la noche anterior, en la última conversación que tuvimos, en que si no me hubiese regresado a contestar el teléfono no habría hablado con él por última vez. No podía dejar de pensar en que cuando al salir les dije a los compañeros que al día siguiente el señor no iba a estar en la oficina pues se iba al DF con sus hijos, alguien comentó “ánimas que no regrese” en tono de broma sarcástica y todos, incluído yo, nos reímos.
Desde el funeral y el sepelio, al ver a la señora y a los hijos tan relajados, supuse que las cosas en el trabajo iban a cambiar, pero no creí que tan pronto. A los pocos días la oficina se llenó de los familiares de la señora y los amigos del Junior, quienes empezaron a disponer de todo, a cambiar todo, como si quisieran borrar, desaparecer todo lo que recordara al señor. 
A los más cercanos al señor empezaron a relegarnos, a quitarnos actividades. La señora llevó a su cuñado para supervisar las tiendas, lo que hacía Fernando, y a su hermana a revisar las compras y los convenios con los proveedores, lo que hacía Sonia. El Junior llevó a su novia para revisar la nómina y los pagos, lo que hacía yo, y a su cuñada a revisar inventarios, lo que hacía Claudia. También me quitaron la parte de la imagen empresarial que estaba empezando a trabajar con el señor y se la dieron a una compañera del Junior. 
Lo triste es que como ninguno de ellos estaba empapado de todo el movimiento de la empresa, ni siquiera la señora y el junior,  nos preguntaban todo a nosotros. Lo más triste es que el sueldo que les dieron a  todas esas personas era mucho, mucho más alto que el de todos los demás. Al poco tiempo todo se empezó a descontrolar, aquello parecía un pulpo sin cabeza, todos los tentáculos moviéndose por inercia sin que alguien los dirigiera.
Yo me sentía devastado, a la incomodidad de esta nueva realidad en el trabajo se sumaba la pérdida que me había afectado de manera personal más de lo que alguna vez pude haber imaginado. Empecé a cuestionar mi futuro, me empezó a entrar una ansiedad pensando en la muerte, en mi muerte, y un miedo incontrolable de que para ese momento me encontrara solo; pues ya me había separado, físicamente, de mi familia y aun no encontraba el verdadero amor, ese que me acompañaría hasta el final de mis días.
Como siempre en mi practicidad lo que decidí resolver primero fue la parte económica y, como buen pescador, saqué ganancias del río revuelto. Volví a esa práctica ya dejada en el pasado de alterar los recibos de nómina y empezar a hacer mi guardadito. Mi futuro en la empresa se había vuelto incierto, no sabía en qué momento iban a decidir que ya no les era útil, estaba consciente de que se habían acabado los generosos aumentos anuales y el mismo día en que falleció el “pinche viejo mamón” que me había contratado 3 años antes, había muerto mi lealtad a la empresa.

miércoles, septiembre 22, 2021

INTERMEDIO

Y volvió a pasar. Ya son días con esta sensación extraña y a la vez tan conocida. Esta sensación de añoranza, de nostalgia, de tristeza. Ya debería estar acostumbrado pues al llegar el otoño, mi estación favorita BTW, llega también este sentimiento de incertidumbre, esta sensación de que algo me falta y que nunca lo tendré.

En esta época en que los días empiezan a acortarse y el aire a enfriarse, es ya casi inevitable que empiece a recordar mis otoños pasados, tengo tantos buenos recuerdos de otoños pasados.

Y como siempre pasa cuando empiezo a recordar, me surge esta angustia, esta desesperación, esta ansiedad por querer volver a vivir esos momentos, por querer volver a estar en esos lugares, en esas situaciones y volver a sentir lo que estaba sintiendo, lo que aun recuerdo.

Termino recurriendo a la música. Dicen, y con sobrada razón, que la música es lo más parecido a una máquina del tiempo. Y es que a mi siempre me funciona. Escucho una canción y se me empiezan a remover todas las emociones que tengo inconscientemente asociadas a esa canción. 

Ayer me dormí con esta canción dándome vueltas en la cabeza, por lo que hoy muy temprano me fui a Youtube a buscarla. Bendita internet, hace no tantos años a las angustias de mis recuerdos les habría tenido que sumar la desesperación de buscar CD por CD dónde encontrar la canción que mi mente está tocando.

La empecé a escuchar y a menos de la mitad empezaron a brotar las lágrimas. Antes me enojaba conmigo mismo por cosas como ésta, me reprochaba mi tristeza y melancolía diciéndome que no tenía razones, que no había motivos para sentirme así. Poco a poco me he ido cansando, he ido aceptando que estos sentimientos son parte de mi, de mi personalidad, de mi esencia. Por mucho que todo vaya bien, por mucho que me sienta seguro, amado, bendecido, siempre exisitirá ese dejo de tristeza, de añoranza, de melancolía acurrucado en alguna parte de mi interior, esperando escuchar una canción para poder asomarse.

Es rara la afición que tengo por la música de los ochentas, yo nacía cuando los setentas agonizaban por lo que en la década de los ochentas aun era un niño. Cuando toda esta música estaba de moda yo aun no decidía por mí mismo lo que quería escuchar. No puedo decir que estas canciones me recuerdan a mis amigos de la prepa, mi primer amor, las tardeadas de la secundaria o alguna otra cosa memorable. Yo empecé a descubrir toda esta música a mediados de los noventas e inicios de los dos miles. 

Quizá de ahí es de donde viene la afición, y de ahí también la añoranza, la melancolía. De este sentimiento que he tenido siempre que esta vida que estoy viviendo no es la mía, por mucho que la haya vivido ya. Mi añoranza es por una época que no viví, por una vida que no disfruté, por unos recuerdos que no construí. Mi añoranza es por esta sensación de sentirme ajeno a mi, por esta sensación de sentirme como un espectador de mi propia vida, por este arrepentimiento de todo lo que dejé de hacer, por este deseo de que las cosas hubieran sido diferentes con mi familia, con mi educación, con mi crecimiento.

Es curioso como, mientras escucho esta canción, me voy dando cuenta de que inconscientemente me la estoy cantando a mi.

Who's gonna pick you up
When you fall?

Y es que siempre me he sentido solo, siempre me he sentido abandonado. Y es una sensación que no la cura ninguna compañía, es una sensación que viene desde el interior, desde mi pasado, desde mi temprana infancia. Es el hecho de que aun no acepto que así fueron las cosas y que ya no hay nada que pueda hacer para cambiarlas.

You can't go on
Thinking nothing's wrong

Siguen brotando las lágrimas mientras se acaba la canción y por el momento va pasando la melancolía, se va alejando la añoranza.

Who's gonna tell you when 
It's too late?

Sé que aun tengo mucho que perdonarme, sé que por muy doloroso que sea tengo que resignarme, tengo que entender que lo que no viví no hay manera de que pueda vivirlo ya. Sé que tengo que encontrar la forma de empezar final y contundentemente a disfrutar mi presente, a empezar a vivir lo poco que me queda en lugar de lamentarme por lo mucho que no viví.

Who's gonna drive you home
Tonight?




lunes, septiembre 20, 2021

DE PRONTO SE PINTÓ DE NEGRO

Ese día me levanté temprano para ir a mi clase de inglés, me sentía algo inquieto y entusiasmado. El día anterior me había llamado el señor justo antes de salir de trabajar. Ese miércoles íbamos a despedir a un chavo de una de las sucursales, al señor siempre le gustaba revisar el cálculo que yo hacía de las liquidaciones para constatar que no me pasara de generoso, siempre me decía “Como no es tu dinero te encanta regalarlo”. 
El señor me llamó para decirme que no íba a llegar, había ido al rancho y se le había hecho tarde. Lo del despido lo íbamos a tener que posponer pues al día siguiente, ese miércoles, él y sus tres hijos viajarían al DF, íba a tramitar la visa de su hija y su hijo que eran menores de edad, y a renovar la del mayor pues tenían planeado un viaje a Estados Unidos. El señor en su llamada me dijo que me había mandado algo con Fer, que si no me lo entregaba se lo pidiera. No me dijo que era y la expectativa, como siempre pasaba cuando algo me producía expectativas, apenas y me dejó dormir.
Salí de mi clase de inglés, era una mañana agradable soleada pero fresca; una típica mañana de abril, justo antes de que empezaran los calores bochornosos de mayo. Decidí caminar por “la Madero” para llegar al trabajo. Iba disfrutando de la mañana y del paseo matutino cuando percibí un olor familiar, traté de identificarlo y me di cuenta que era el olor de la loción que usaba el señor. Volteé a todos lados para ver quién podía usar la misma loción, pero tan temprano la avenida aun estaba sola. Pensé que a esa hora el señor y sus hijos ya irían camino al DF. Sonreí sin darle más importancia al asunto y continué mi caminata.
Llegué a la oficina, la única que ya había llegado era la secretaria pues como venía de lejos siempre llegaba más temprano que el resto. Me hice mi café como de costumbre para comerme las galletas integrales que me había comprado en el camino y me dispuse a empezar mis labores del día.
Poco a poco fueron llegando los compañeros y al fin llegó Fer, subió a mi oficina y me entregó una caja, lo que me había mandado el señor era un escáner. Había empezado a trabajar en un proyecto para crear una imagen institucional para la empresa. Ya había convencido al señor de comprar playeras para uniformar a todo el personal de las tiendas y de la oficina, ahora había empezado a hacer gafetes. Le dije que necesitaba un escáner para digitalizar las fotos, las cámaras digitales entonces eran carísimas y prácticamente inaccesibles. 
A él todo aquello le parecían tonterías, de primera me dijo que no; pero en ese momento me di cuenta que mi insistencia había cosechado frutos. Pensé que si lo había podido convencer de eso, era cuestión de tiempo para convencerlo de que me contratara el Internet. Ya lo había convencido de que me cambiara la PC por una con un monitor a color, ya lo había convencido de que me comprara una impresora a color, ahora ya me había comprado el escáner. De verdad estaba empezando a creer que me veía como a un hijo, al menos me consentía como a uno.
Toda la mañana se me fue en instalar el escáner y en averiguar cómo es que funcionaba. Casi al medio día estaba con Claudia en mi oficina platicando cuando escuchamos sonar el teléfono, supusimos que era el Señor reportándose con su secretaria como lo hacía siempre que salía de viaje. De pronto empezamos a escuchar gritos, los gritos se hacían más fuertes y venían acompañados de llanto y lamentos. Claudia y yo bajamos corriendo las escaleras a la oficina del señor, en donde su secretaría había tomado la llamada, ahí estaba su secretaria con Fer, los dos pálidos, ella llorando a mares y él ya con los ojos rojos.
Como pudieron nos dijeron que la llamada había sido de la señora, que les había dicho que el señor había tenido un accidente en la carretera. Él y su hija habían muerto instantáneamente, sus dos hijos estaban golpeados pero ilesos. No puedo describir lo que sentí, nunca antes había sentido algo igual, nunca he vuelto a sentir algo igual. El mundo, mi mundo se derrumbó. Ese día, ese miércoles que había empezado tan bien, ese día típico soleado y fresco de abril, de pronto se pintó de negro.

lunes, septiembre 13, 2021

NO AHORA QUE AUN LOS NECESITABA

La casa estaba céntrica y tenía dos plantas, abajo estaba la cocina, la sala y el comedor y arriba las recámaras. A mis clases de inglés podía llegar caminando y cuando no me ganara la flojera podría caminar de ahí al trabajo, iba a ahorrar mucho en pasajes. Como Humberto, el esposo de Claudia, no estaba trabajando él cocinaría; Claudia y yo llegábamos a comer todo los días, nos hicimos aun más cercanos. Después de comer yo me iba a mi cuarto a dormir la siesta y ellos se encerraban en el suyo. 

Esa semana Adriana se enteró de que estaba viviendo con Claudia y trató de hacerme algún comentario, pero antes de que lo intentara la paré en seco. Me sorprendió que en lugar de hacerse la ofendida, como acostumbraba, me invitara al cine. Ese sábado sería mi cumpleaños y estaban re-estrenando en cines “El exorcista”; me mostré renuente pero me dijo que era una salida de amigos; como yo sí quería ver la película en pantalla gigante y no comulgaba con la idea de ir sólo al cine, acepté su invitación.

Ese sábado desayunamos todos juntos en la oficina para celebrar mi cumpleaños, llevaron tamales y atole. La sorpresa del día fue que el señor llegó cuando estábamos desayunando y cuando le dijeron que era para celebrar mi cumpleaños, en lugar de molestarse y decirnos que nos fuéramos a trabajar como acostumbraba, me felicitó. Todos empezaron con la burla de siempre de que me había felicitado “mi papá”. La sorpresa fue aún más grande cuando en la tarde su secretaria me dijo que había mandado comprar pollos asados para que comiéramos en la oficina, en honor a mi cumpleaños. Estábamos comiendo cuando él pasó a despedirse, dijo que tenía que irse al rancho. Me entregó una botella de whisky como regalo y ante las bromas de los compañeros me dio un abrazo de cumpleaños. Viniendo de él tanto detalle, no podía sentirme más especial.

Terminando de comer fui al cine con Adriana, no la pasamos mal pero prácticamente no hablamos, fue una sensación rara, demasiado familiar y a la vez demasiado lejana. Después de la película la acompañé a su casa, a la esquina, no quise llegar hasta su casa. Me dijo que debíamos hacerlo de nuevo, como amigos. Le dije que lo haríamos.

Al día siguiente mis roomies y yo hicimos tamales y galletas para celebrar mi cumpleaños y también para probar si la estufa funcionaba, nos dimos cuenta de que no eramos tan malos para la cocina.

Después de nuestra ida al cine Adriana y yo empezamos a salir con frecuencia, los sábados íbamos al cine o a caminar al centro y eventualmente volví a su casa, esta vez como su amigo. Su mamá me aceptó a la primera, a su hermano le dio gusto el volver a verme, yo también estaba feliz de verlos. Su papá y sus hermanos me veían con recelo, pero no importaba, así lo habían hecho siempre.

A Claudia no le parecía mi acercamiento con Adriana, me comentaba cosas de ella. Por salud mental opté por no hablar de una con la otra y viceversa. Con el paso de los días empecé a darme cuenta de que Claudia no mentía, en muchas ocasiones al llegar de trabajar nos encontrábamos a Humberto y a su amigo de la infancia en la casa, tomando y escuchando música. Ella molesta muchas veces se iba directo a su cuarto sin cenar, yo a veces me quedaba con ellos platicando, pero como al siguiente día me tenía que levantar temprano para irme a clase me iba a dormir y se quedaban ellos solos hasta entrada la madrugada.

Empecé a darme cuenta de que Claudia me estaba utilizando, se estaba refugiando en nuestra amistad para huir de los problemas en su matrimonio; me celaba demasiado y quería que yo tomara partido por ella en la relación con su marido, yo traté siempre de mantenerme al margen.

No quería pensar que el irme a vivir con ellos había sido una mala idea, no quería pensar que me había equivocado, que me había precipitado; no ahora que ya hasta había adoptado un gato, no ahora que aun los necesitaba.

lunes, septiembre 06, 2021

ME PODÍA FALTAR CUALQUIER COSA, MENOS ESO

Llegó marzo, el mes de mi cumpleaños. Me sentía un poco más animado, me iba bien en el trabajo, me iba bien en mis clases de Inglés, se podría decir que estaba haciendo algo con mi vida, aunque me inquietaba que los resultados no fueran inmediatos. El lado sentimental lo había pausado por el momento. Daniel había desaparecido de nuevo y cansado de tantas desilusiones, había desistido de la búsqueda de alguien más. Con todo y que, ahora con esa nueva cosa llamada “internet”, era más fácil. Ya había abierto una cuenta de correo y una vez a la semana iba a un ciber café a revisarla. 

Había encontrado páginas de chats y de contactos donde se podía publicar anuncios para conocer gente, y también se podía chatear en vivo. Como nunca había sido bueno para entablar conversaciones con desconocidos, o con conocidos; el chat se me complicaba esperando a que alguien diera el primer paso y me saludara. Había publicado también uno que otro anuncio, pero todos pedían foto a la primera y con mis inseguridades acerca de mi físico y mi persona eso tampoco se me facilitaba. Me conformaba con ir al ciber a bajar porno, lo malo es que en un disquete apenas y cabían unas cuantas fotos y ni soñar que cupiera un video.  

Mis romances habían pasado a ser platónicos. En el trabajo y en la escuela de inglés había candidatos por lo que yo sentía algo, en estos tiempos diría que eran mi “crush”. Tristemente para mi todos tenían en común que eran heterosexuales. Del que más me acuerdo es de “Adrián” un hermoso osito panzón, barbón y bigotón que era técnico y se encargaba de revisar y reparar los laboratorios fotográficos. Era de los pocos que se me acercaba y me hacía la plática en el trabajo. Presiento que él sabía que me gustaba y de cierto modo se aprovechaba de eso, frecuentemente me pedía anticipos de su nómina y yo no le podía negar nada. Me pagaba el favor con su atención y trayendome puerquitos, un pan tradicional, cada vez que pasaba por Zinapécuaro.

En casa con la inminente llegada del bebé sentí que ya no había lugar para mi, y me planteé seriamente la posibilidad de buscar un lugar en renta, un lugar donde tener privacidad, un lugar en donde pudiera recibir visitas. Creía que así tendría más confianza, y podría conocer más gente. Un día lo platiqué con Claudia y entusiasmada me dijo que me fuera a vivir con ellos, la casa donde vivían era de dos recámaras y tenían una disponible. La idea no me pareció descabellada, me llevaba muy bien con ella y su marido, la casa estaba céntrica aunque en un vecindario con mala fama, igual era una forma de empezar. Claudia me invitó a comer para que viera la casa y lo platicáramos con su marido, él estuvo más entusiasmado que nosotros dos con la idea, por lo que acepté. Ahora sólo era cosa de decírselo a Lis.

Hablé con Lis y supongo en parte pensando igual que yo, que ya era hora de que me fuera, no me dijo que no lo hiciera; empecé a planear mi mudanza. No tenía mucho que llevarme, nada más que mi ropa y mi TV Ah! y mis discos. Empecé por comprar mi cama y un mueble para la ropa. Hablé con mi hermana mayor y le dije que me vendiera la estufa que tenían en la casa donde vivíamos antes, como supuestamente iban a remodelar la casa supuse que no necesitarían los muebles. 

Al pensar cómo llevarme las cosas se me ocurrió buscar a Daniel, recordé que en ocasiones había ido a visitarme en una camioneta y además era el pretexto perfecto para volver a verlo. Le llamé y aceptó. Quedamos para ese sábado. Ese día pasó por mis cosas, después fuimos por la estufa, ya estando ahí me lleve también unos bancos de cocina y unos burós; me di cuenta que a pesar del tiempo que había pasado no habían remodelado ni arreglado nada, lo que hizo darme cuenta de que lo que no querían es que nosotros siguiéramos en la casa, me sentí decepcionado. Daniel fue tan amable como siempre, me ayudó a subir las cosas y después a bajarlas pero sólo me dejó en mi nueva morada y se fué, dijo que tenía un compromiso.

Así, ese 3 de marzo de 2001 empecé a vivir en la Colonia Obrera. En esos pocos años ya había vivido en Lomas del Tecnológico y en Lomas del Valle. Ese primer domingo en mi nueva casa fui con mis “roomies” al mercado y al super para comprar la despensa de la semana. No negaré que me agradaba el cambio y me entusiasmaba esta nueva dinámica. Lo primero que hice al terminar de instalarme fue ir a contratar la TV por cable, me podía faltar cualquier cosa menos eso. 


lunes, agosto 30, 2021

TODO LO DEMÁS ERA LO DE MENOS, O ESO QUERÍA CREER.

El inicio de milenio, que a todos les había traído alegría y expectativa de cosas buenas, yo lo recibía con tristeza, depresión e incertidumbre.  Las cosas no estaban saliendo tan bien, no estaban siendo tan sencillas como yo había creído serían. Siendo realistas apenas habían pasado tres años desde el inicio de esta nueva vida; pero, con mi naturaleza ansiosa y desesperada, yo ya quería tener el futuro resuelto. En muchas ocasiones en la combi de camino a casa, con los audífonos de mi discman puestos, escuchando a mis recientes descubrimientos: Garbage, Cranberries, Rod Steward, Bryan Adams, Journey y mis compilados de baladas en ingles; me preguntaba si en algún momento en el futuro recordaría con añoranza todo lo que estaba viviendo, toda la mala racha que estaba pasando; así como en ese momento recordaba mi adolescencia, la secundaria, la prepa; y pensaba que todo tiempo pasado había sido mejor. Con el tiempo pude constatar que en efecto, así fue.

Mi cuñado había renunciado a su trabajo y se le estaba complicando encontrar otro. Mientras había aceptado manejar un taxi. Ahora estaba en casa todos los días. Dejé de ir a comer con frecuencia sólo para no encontrármelo. No habíamos tenido otro incidente, pero a mi no se me olvidaba lo que me había dicho, aunque tratara de disimular que sí. Estar en su casa era extraño, había algo que a mi orgullo no le parecía, constantemente me repetía que ahora estaba en su territorio, que tenía que obedecer sus reglas; tampoco es que en algún momento me hayan puesto alguna. Lo malo es que extrañaba comer con mi hermana y ver a mi sobrino, a sus casi 4 años cumplidos ya veía con él la novela de niños de las cuatro. 

Claudia, con todo y su reciente boda, me contaba que empezaba a tener problemas con su marido, a quien por cierto ya habían despedido. Al señor nunca le terminó por simpatizar y aprovechó cualquier pretexto para despacharlo. Claudia me decía que su marido prefería trasnocharse tomando con un amigo suyo de la infancia, con quien recientemente se había reencontrado, que pasar tiempo con ella. Yo, que desde lo conocí con solo verlo supe de su homosexualidad, era incapaz de decirle que probablemente ese era el motivo. Aunque presentía que ella también lo sabía. 

Adriana se había empezado a acercar a mí nuevamente, ahora como amigos. Constantemente me llevaba cosas y me buscaba para platicar; yo, hermético como un tupper, apenas y le contestaba. Aunado a esto acababa de entrar a trabajar una chica que se hizo amiga de Claudia, Ana. Como Claudia y Adriana nunca se habían llevado muy bien; Claudia insistía en emparejarme con Ana y alejarme de Adriana. Yo no tenía interés alguno en ninguna de las dos, pero me halagaba el interés de ambas.

Aunque también había cosas buenas, cuando llegó el tiempo de revisar los sueldos, conseguí nuevamente un buen aumento. No sin antes aguantar la letanía del señor, quien nuevamente me dijo que me daría más responsabilidades y que eso lo tenía que desquitar. Recién había contratado de medio tiempo a una pasante de abogado, Alma; quien después de terminar sus prácticas profesionales, se quedó para revisar contratos y supervisar despidos, la actividad favorita del señor. El plan era que ella y yo hiciéramos equipo; ella vería los temas legales, yo el cálculo de finiquitos y prestaciones. Alma y yo desde un principio tuvimos diferencias, se hizo amiga de Adriana y al conocer nuestra historia, o al menos la versión que ella le contó, tomó partido por ella. Alma sabía que yo no tenía una carrera universitaria y a menudo me decía que no merecía ni el puesto, ni la confianza que el señor me tenía; yo le decía que me tenía envidia y que si ella era tan buena, debía buscarse un trabajo de verdad, no uno en el que hacía como que trabajaba. 

Los problemas de el señor con su familia eran cada vez más evidentes. Su hijo mayor estaba por terminar la universidad y quería involucrarse en el negocio, pero él no se lo permitía. En varias ocasiones le gritó su ineptitud frente a todos, saliendo su madre al quite, quien también terminaba gritada. Entre eso y sus constantes aventuras de dominio público con las empleadas, se rumoreaba que entre ellos se empezaba a mencionar la palabra divorcio. 

Una ocasión en que yo salí tarde me lo encontré en su oficina tomando un trago con Fernando, su sobrino hijo de su hermana. Fernando era buena onda, ya que llegabas a conocerlo; el señor le tenía mucha confianza y para muchas cosas era su mano derecha. Por esta razón en ocasiones Fernando podía parecer medio mamón o presumido. Por eso y por el hecho de que era muy, muuy, muuuuuy guapo, se sabía gustado por muchas; de hecho Adriana después de que terminamos se acercó a él para darme celos y lo consiguió, cuando los veía platicando sentía muchos celos, pero no de él, de ella.

Yo no le hablaba más que lo necesario pero tampoco es que nos lleváramos mal; si no le hablaba era por lo mismo que no le hablaba a la mayoría de mis compañeros hombres, por el temor de que notaran algo en mi que me delatara y todo el mundo supiera que era gay, me corrieran del trabajo, mi familia se enterara y me corrieran de la casa, terminando solo, avergonzado y humillado viviendo abajo de un puente, para acabarla en ese tiempo en Morelia no es que hubiera muchos puentes.Esa noche al despedirme de ellos el señor me dijo si no quería un trago, después del aumento que recién me había autorizado me pareció una descortesía rechazarlo.

El señor le estaba platicando a Fernando los planes que tenía para el negocio. Quería abrir más sucursales y posteriormente dedicarse a la venta de franquicias. Recientemente había empezado a importar laboratorios fotográficos, los vendía aquí ofreciendo la instalación, los insumos y la asesoría técnica, no le iba nada mal con eso. Nos dijo que nosotros dos éramos de su máxima confianza; que quería que yo aprendiera a manejar para darme un carro de la empresa y empezara a salir a las sucursales a echarles un ojo y que a Fernando le quería encargar lo de este nuevo negocio. Con ya varias copas encima nos empezó a contar los problemas en su casa, con su esposa que no lo entendía y con sus hijos a los que él no entendía, en un momento nos dijo que ojalá su hijo fuera como nosotros. Supuse que era el whisky lo que hablaba, pero no puedo negar que me halagó el comentario.

Estuvimos echándonos unos tragos hasta casi la madrugada, cuando vio su reloj y nos dijo que, aunque no quería llegar a su casa, ya era hora de irse a descansar. Fernando se ofreció a llevarme a mi casa, vivíamos por el rumbo. Mientras íbamos a casa y me comentaba lo mal que veía la situación de su tío con su familia, yo no podía dejar de reparar en el hecho de que estaba a su lado, solos, de madrugada. En alguna ocasión ya había fantaseado estar con él en una situación similar, sólo que en mi fantasía por alguna extraña razón Fer me sugería que nos perdiéramos el asco, cosa que no estaba pasando. De pronto se detuvo en una Farmacia Guadalajara y me dijo -aguántame-, por un momento tuve la ilusa esperanza de que mi fantasía se haría realidad, pero mi esperanza se desvaneció cuando lo vi regresar con cigarros y no con condones. Me tuve que conformar con fumar junto a él y no fumármelo a él. 

Al día siguiente, con cruda y dolor de cabeza, llegué a trabajar; el señor ya estaba en su oficina, igual de gruñón que siempre. Me respondió el saludo echando la cabeza hacia arriba como acostumbraba. Desde ese día lo empecé a ver diferente, como que mi aversión se empezó a convertir en admiración y mi desprecio en respeto. Finalmente me sentí agradecido por que, a pesar de todo lo demás, tenía un buen trabajo y pensé que eso era lo importante; teniendo un buen trabajo, teniendo un buen sueldo, todo lo demás era lo de menos, o eso quería creer.

viernes, julio 02, 2021

LO PEOR ESTABA POR VENIR

Se acercaba el fin de año, en la oficina organizamos un intercambio de regalos. El dia del intercambio iríamos a “El último tren” a celebrar la navidad. Por coincidencia sería el mismo día que había quedado de verme con Daniel; quise cancelar el plan, de la oficina obviamente, pero no me dejaron. Tuve que decirle a Daniel que lo vería un poco más tarde. Quedamos de vernos en mi antigua casa, aun estaba deshabitada y yo todavía tenía las llaves. Ya no había muebles, sólo algunas sillas y una cama; si todo salía bien y el alcohol hacía el efecto esperado, esto último sería lo único que necesitaríamos. El llevaría el alcohol y los refrescos, yo un reproductor de CD. Con todo y la comida de la oficina, llegué un poco antes que él.
Yo ya me había tomado unas cuantas por lo que le llevaba ventaja, empezamos a platicar, puso a Los Bukis; presentía que después de ese día esa música ya no me iba a recordar sólo a Sergio. El alcohol a ambos nos hizo el efecto contrario, en lugar de desinhibirnos y darnos valor, nos apachurró; ya llevábamos más de la mitad de la botella y no habíamos hecho más que platicar. En una de esas que fui al baño al salir lo encontré acostado en la cama, me acosté a su lado. Al acostarse se le había subido un poco la playera, no dejaba de ver de reojo el camino de vellos que iniciaba en su ombligo y se perdía más allá del resorte de su ropa interior; me paralicé, fui incapaz de tomar la iniciativa, me daba miedo el rechazo, me daba miedo todo. No hice nada, por desgracia él tampoco.
Nos acabamos la botella y decidimos que era hora de irnos, ya casi amanecía. Al parecer yo había bebido mucho, muchísimo más que él. Me llevó a mi casa, esperó que abriera la puerta de la calle y se fue. La puerta de la casa no la pude abrir, al parece habían cambiado mi llave, la cerradura, o la puerta, eso pensaba en mi avanzado estado de ebriedad. Tuve que tocar el timbre y soportar que mi cuñado abriera la puerta sonriendo y moviendo la cabeza, en señal de complicidad y también de desaprobación. Mucho tiempo me arrepentí de mi cobardía de esa noche; no estoy seguro de que no me siga arrepintiendo aún ahora. Esa era era mi oportunidad y por cobarde la dejé pasar; nunca más iba a tener otra, lo sabía. Me iba a quedar eternamente con el ¿Qué hubiera pasado si...?
A la fiesta de navidad de la empresa fui solo, no tenía a quien llevar pero tampoco lo necesitaba, ahí estarían mis amigos. Esta vez además del reconocimiento me dieron una botella, un reproductor de CD que era también radio despertador y una despensa. Esa fue la mejor de las fiestas que puedo recordar, la de mejor ambiente, la más divertida. El señor estaba tan animado, tan alegre, tan sonriente, como casi nunca se le veía. Yo llevé mi cámara para inmortalizar los mejores momentos de la noche, de pronto el señor pidió que nos tomaran una foto con él. Esa foto con los de la oficina y el señor en cuclillas frente a nosotros, recargando su codo en mi pierna, se convertiría en uno de mis mayores tesoros debido a lo que pasó después.
Esa navidad no tenía ganas de celebrar, ni las luces, ni la decoración de las tiendas lograron contagiarme el espíritu navideño. No dejaba de pensar en lo que había pasado con Daniel, y en lo que no había pasado, no dejaba de pensar en el camino de vellitos de abajo de su ombligo. Habían pasado pocos días pero no había sabido nada de él, yo estaba demasiado apenado para buscarlo. Me preguntaba si él estaba igual de decepcionado que yo, si me volvería a buscar o nunca más lo iba a volver a ver por mala copa. Por desgracia la cena de navidad de nuevo sería en la casa por lo que tuve que estar presente, aunque mi mente estaba muy lejos de ahí.
El 25 de diciembre fue lunes, amaneció nublado, frío, lluvioso, así como yo me sentía. Ellos se fueron al recalentado a la casa de la hermana de mi cuñado, yo preferí quedarme. Sonó el teléfono, era Daniel. Me preguntó si no iba a salir porque quería llevarme mi regalo, el corazón se me aceleró, la esperanza volvió. Le dije que ahí iba a estar, tratando de sonar casual. Me bañé, me cambié y me perfumé. Mientras llegaba me preguntaba qué me iba a llevar, me lo imaginaba llegando con un abrigo y debajo nada más que una tanga con estampado de regalo, no tuviera tanta suerte, pensaba. Al llegar lo invité a pasar pero me dijo que iba de rápido, pues andaba de "Santa Claus" repartiendo regalos y aun le faltaban varios hermanos. Me entregó una bolsa y me dijo que luego le dijera si me había gustado, me deseó feliz navidad y se fue. Esa fue una de tantas veces en que me quedé con las ganas de darle un abrazo.
Para la cena de año nuevo inventé que saldría de fiesta con unos amigos, no quería ir a casa de la hermana de mi cuñado, no tenía ánimos de pretender que me la estaba pasando bien, no quería estar acompañado. Me quedé encerrado en mi cuarto viendo el conteo de los videos más votados del año en MTv, con la esperanza secreta de que sonara el teléfono y fuera Daniel diciéndome que iba para allá; con la esperanza de que sonara el timbre y fuera él que había llegado de sorpresa, ninguna de esas cosas pasó. 
Ese fin de año fue triste, fue diferente, mi oficina sonaba a Los Bukis, mi Discman tocaba a los Bukis. Adriana, que para entonces ya era de nuevo mi amiga, me dijo que me veía raro, que hasta los gustos musicales me habían cambiado, yo sólo le sonreía, sin ánimos de darle explicaciones, sin ganas de aceptar su compañía. Tal vez en el fondo ya presentía los cambios que se venían, tal vez mi tristeza era porque ya temía que, lo peor estaba por venir.

jueves, julio 01, 2021

Y QUE PASE LO QUE TENGA QUE PASAR

Los cambios continuaban, unos provocados por mí, otros con los que yo no tenía nada que ver. Lis me dio la noticia de que estaba embarazada, sería tío de nuevo. También me dijo que nos tendríamos que mudar de casa. Mi hermana mayor, la dueña, les dijo que iban a hacer arreglos en la casa para rentarla; por lo que debíamos desalojar. En ese momento me enteré de que mi cuñado si tenía una casa, sólo que se la había vendido a una de sus hermanas; pero como no le había dado ni un centavo ahora se la iba a pedir de vuelta y ahí nos iríamos a vivir. Yo no quería cambiarme de casa, con todo y que la otra quedaba más cerca, mucho más cerca, del trabajo. Había aguantado viviendo con ellos porque sabía que la casa no era de mi cuñado, el saber que ahora viviríamos en una casa suya me causaba conflicto.

Ese verano tuve un incidente con mi cuñado. Lis estuvo ausente una semana pues Lu había ido a visitar a mi hermana mayor e invitaron a Lis para que también  fuera. Mi cuñado dijo que no tenía problema en que Lis fuera, sin embargo ese sábado llegué a la casa y mi cuñado estaba tomando, me ofreció un tequila y al estar solos consideré que sería mala idea rechazarlo. De pronto empezó nuevamente con sus reproches: que mi familia sentía que él no merecía a mi hermana, que lo hacíamos menos,  que para mis papás su máximo era el esposo de mi hermana mayor, sólo porque tenía dinero, que nos creíamos mejores que su familia, pero que éramos unos falsos y unos hipócritas. Que no nos decíamos las cosas entre hermanos, que mi cuñado había hecho cosas horribles con mi hermana y mis sobrinas. 

Después empezó conmigo, me dijo que con todo y lo mucho que decíamos querernos Lis y yo, no nos teníamos confianza. Dijo que Lis había encontrado unas revistas porno en mi cuarto y en lugar de preguntarme qué onda con eso, le había dicho a él que hablara conmigo. Lo mismo cuando descubrió que tenía contratado un apartado postal y me mandaba cartas con hombres. No sabía si era sólo el alcohol el que hablaba pero lo último me hizo sentido; recordé que por aquellos días en una ocasión de buena a primeras, mi cuñado llegó con un bonche de revistas con viejas encueradas, y me dijo “para que te ilustres”. Pensé en hablar con Lis cuando regresara, pero cuando volvió no tuve valor. Sin embargo desde ese dia se me quedó la idea de que no iba a pasar mucho tiempo más viviendo con ellos, por mi cuñado más que nada.

Programaron la mudanza justo para el día de la boda de Claudia, el puente del 20 de noviembre. Yo sólo les ayudé a empacar pero no los ayudaría a cargar y descargar, para colmo al terminar la fiesta tendría que llegar a la casa nueva, a la que nunca había ido. La fiesta estuvo muy bien, Adriana fue con su hermano y yo con otras compañeras de la oficina. El pastel estuvo delicioso, yo lo había elegido. No nos hablamos en toda la noche. Al finalizar la fiesta nos fuimos en el mismo taxi Cristina y yo, como ya era de madrugada me pidió que primero la acompañara a ella y luego me llevaran a mi. 

Cristina no era convencional, era de “buena familia”. Se había casado con un buen partido obligada por su familia, había tenido hijos obligada por su familia. Había empezado a trabajar pues el marido la maltrataba, so pretexto de que él era el del dinero. Hacía poco tiempo su amor de juventud había aparecido de nuevo y se había vuelto su amante, el amante le había presentado a una amiga, cocaína. Estaba perdiendo el control y la cabeza. Yo la escuchaba, no la juzgaba por eso decía que me quería. Ese día en el taxi, al preguntarme porqué habíamos terminado Adriana y yo si hacíamos tan bonita pareja, en tono sarcástico como su personalidad; le dije que yo estaba enamorado de otro, ella se carcajeó. Yo sabía que estaba tan pasada que al día siguiente ni se acordaría.

Libre de compromisos y sin nadie a quien darle explicaciones, decidí aceptar la invitación que me había hecho un amigo del DF que era de los pocos con los que me seguía escribiendo, de ir a visitarlo, era hora de enfrentarme al monstruo que era para mi “La gran ciudad”. Me enteré que para esos días le habían programado una visita de revisión a mi padre, iría a Morelia. Yo ya tenía mi viaje programado y planeado no iba  a cambiarlo, ni modo, no lo iba a ver.

El encuentro fue otro fiasco, el flamante representante de artistas que decía ser resultó ser un tipo con cero gracia y demasiadas ínfulas. Representaba a un niño al que llevaba a casting en TV Azteca, el máximo logro del niño había sido salir en “Trik Trak”, después no había hecho nada. El tipo vivía con sus padres y lo mantenía su hermana, me contó que ella tenía un super trabajo y andaba con su jefe. No vivía en el DF, me arrastró hasta Atizapán para presentarme a sus padres. Eso sí, me presentó como su exitoso amigo de Morelia, que era contador general de una cadena de tiendas de fotografía y estaba estudiando inglés. Lo bueno del viaje es que me sirvió de guía de turistas y me llevó a conocer lo más representativo de la ciudad, lo malo es que todo lo hicimos en transporte público y tardamos más en los traslados que en las atracciones. 

Al final del viaje cuando ya íbamos camino a la central, me preguntó la impresión que me había causado, no supe qué contestar, literalmente me quedé callado. Pensé que la noche anterior cuando fuimos de antro y había intentado besarme, mi rechazo le había dejado en claro lo que pensaba de él. El me dijo que yo le había gustado, que había quedado encantado con mis dos más grandes atributos, "y no son tus nalgas, son tus manos", me dijo riendo. Yo sabía que mis nalgas sí eran de mis mayores atributos, ¡Qué tiempos aquellos!. Me dijo que quería que nos siguiéramos tratando, que ahora me tocaba a mi invitarlo a Morelia, en tus sueños pensé.

Empecé a creer que lo que le había dicho a Cristina aquel día era verdad, ahora que veía más seguido a Daniel, me estaba enamorando de él. Le notifiqué mi nueva dirección y un sábado en la noche tocaron el timbre, me dijo mi cuñado que me buscaban,  al salir ahí estaba él, de sorpresa. Dijo que había ido a conocer mis nuevos dominios. Nos subimos a su camioneta a platicar, estaba escuchando a Los Bukis, los recuerdos se arremolinaron en mi mente. Me pregunto si me gustaba, le dije que mucho, yo no hablaba sólo de la música. Le dije que con esa música daban ganas de echarse unos tequilas, en lo que estuvo de acuerdo; le dije que antes de acabar el año quería ponerme con él una buena borrachera, ponle fecha, me dijo; le sonreí mientras le decía y que pase lo que tenga que pasar.

miércoles, junio 30, 2021

AUNQUE FUERA MAL HABIDO

Decidido a continuar con mi cambio, hice caso omiso al tropezón que había tenido al ver a Daniel, como quien está a dieta y un día peca al comerse una dona. Como la prepa no se me había dado, decidí empezar un curso de Inglés, era fanático de las canciones en este idioma y me había propuesto entenderlas y cantarlas, no solo washa-washarlas. Para los de nuevo ingreso sólo había en el horario de 8 a 9 de la mañana de lunes a viernes, me inscribí con todo y que eso implicaba madrugar. Al pasar los meses descubrí que aquello se me daba, saque excelentes calificaciones al término del bimestre.

Lo que no se me estaba dando era lo del cambio, por más besos y abrazos que me daba con Adriana no llegaba a acostumbrarme. Las salidas eran de lo mejor, íbamos al cine, a caminar por el centro, algunos domingos iba a desayunar con ella, su familia ya era como mía, pero con ella seguía sin sentir nada. Me seguían gustando los hombres, los que veía en la TV, los que encontraba en la calle, algunos con los que trabajaba, otros de las clases de inglés, hasta su hermano menor si hubiera tenido unos dos años más. Deseaba que hubiera alguna forma de borrar ese gusto de mi cabeza, deseaba que hubiera alguna terapia que con choques eléctricos consiguiera que sintiera aversión por ellos, pero estaban hasta en mis sueños, incluso en los húmedos.

Me acordé de Daniel y de su curso, me dijo que ese curso lo había cambiado quizá con eso cambiaba yo también. Le llamé con el pretexto de devolverle su libro y quedamos de vernos. Aquello sonaba más a secta que a curso, no me dijo más que el lugar y la hora, dijo que no podía decir más, pues no hablar del curso era parte del curso; sólo que tenía que llevar dinero para mi acceso. Me recordó a “The fight club”, decidí intentarlo. 

Ese sábado me presenté en la torre financiera a la hora indicada, después de pagar mi acceso me entregaron un gafete y me dijeron que buscara un asiento. A los pocos minutos salió alguien a darnos la bienvenida y después todos empezaron a gritar, yo no entendía nada. Al finalizar la sesión nos explicaron de qué iba el curso y las reglas. Había que hacer un ejercicio todo los días y asistir a las sesiones semanales. Si un día se nos olvidaba hacer el ejercicio o si un día faltábamos a la sesión, teníamos que empezar de nuevo. Garantizaban que después de pocas semanas empezaríamos a vernos y sentirnos diferentes y que al terminar el curso, después de 9 meses, los cambios serían definitivos. 

¿Qué podía perder?, más que dinero. Con estos gastos, el curso de inglés, este nuevo curso, las salidas semanales con Adriana, mi obsesión por comprar CD’s y otras chucherías, ni el sueldo que tenía me alcanzaba. El señor me había dado una nueva responsabilidad, ya había rentado las propiedades de La Merced y de Carrillo, yo era el encargado de cobrar la renta, sólo que a veces se le olvidaba y no me pedía el dinero, empecé a tomar prestado de ahí para mis gastos. Por otro lado hacía un tiempo que ya no me revisaba la nómina, confiaba en que pagaba y descontaba cada centavo. Algunas prestaciones adicionales empezaron a aparecer, sólo que no llegaban a los destinatarios. Sabía que estaba haciendo mal, me sentía cucaracha, pero nada que no hubiera sentido antes.

Con los meses las cosas en efecto empezaron a cambiar, para disgusto de Adriana. Me veía con más frecuencia con Daniel, le platicaba de él. Cuando me preguntó de dónde lo conocía, le dije que era del grupo de amigos con los que me juntaba antes, cuando andaba con mi ex, en parte era cierto. Los sábados como ya iba a este curso no iba a verla, sólo nos veíamos entre semana cuando la acompañaba del trabajo a su casa. 

Cuando Adriana entró a trabajar también entró un chavo, Hubert, era maestro de baile y estaba más torcido que todos los gays que yo había conocido juntos, pero él juraba que era Hétero. La sorpresa fue cuando se hizo novio de Claudia. Empezó a invitarnos a todas las fiestas de XV años donde ponía la coreografía e íbamos en pareja, Claudia y él, Adriana y yo. La sorpresa mayor fue cuando nos dijeron que se iban a casar en noviembre, querían que Adriana y yo fuéramos sus padrinos de pastel.

Al avanzar en el curso sentí que empezaba a cambiar, me sentía más seguro, más desinhibido, más egoísta. Empecé a cambiar con Adriana, ya no le platicaba nada, nos quedábamos sentados afuera de su casa sin decirnos nada, yo ya no hacía el esfuerzo porque me gustara, por acercarme; ella me decía que me veía ausente que ya no era el mismo. Cansado de sus reproches, y al sentir que ya no la necesitaba, un día le dije que lo mejor era terminar. Yo sentía que a quién iba a extrañar más era a su mamá y a su hermano.

El problema es que seríamos padrinos de una boda, boda a la que por supuesto ya no iríamos juntos, me dijo que buscara el pastel y que ella me daría su parte, obvio nunca se la pedí, dinero me sobraba, aunque fuera mal habido.

martes, junio 29, 2021

SIEMPRE ME HABÍA GUSTADO EL RIESGO

La plantilla en la oficina nuevamente se había renovado. Era cierto que pocos eran los que le aguantábamos el genio al señor; eran también pocas las que aguantaban su acoso. Algunas eran despedidas porque terminaban cediendo, otras porque no cedían. A finales del año pasado había entrado a trabajar a la oficina una niña, Adriana, que desde los primeros días me hacía mucho la plática. Era de las pocas que se salvaba del acoso pues a la entrevista había llegado con su mamá, quién se la encargó mucho al señor. Además a esta chica la había escogido Sonia, ella que era de las pocas que había cedido y conservado su trabajo, ya conocía los gustos de su jefe y escogía a mujeres que no le representaran un peligro. Adriana era delgada, bajita, tenía cara simpática y muchas pecas, al jefe le gustaban las gordibuenas.
El sábado que fuimos todos al cine, ella estuvo muy pegada conmigo; los compañeros empezaron con las bromas de que yo le gustaba y quería conmigo.Con mis penas de amores recientes, empecé a aceptar su compañía. Un día me dijo que si la acompañaba a su casa, resulta que vivía muy cerca de la oficina. Como no tenía nada a que llegar temprano a la casa y en la esquina de donde ella vivía pasaba el transporte que yo tomaba, la acompañé. Después de ese día el acompañarla a su casa se hizo frecuente, casi diario. Conocí a su mamá, quien rápido me adoptó; a su papá, que me miraba con desconfianza, a sus hermanos, con el menor hice migas casi de inmediato.
El día de mi cumpleaños me organizó una cena en su casa, le había dicho que me encantaba la ensalada rusa con pollo y ese día le pidió a su mamá que me la preparara. Al salir de trabajar fuimos todos los compañeros a su casa en donde ya tenían preparado un pastel sorpresa, yo estaba abrumado con las atenciones, me estaba gustando, era algo a lo que me podía acostumbrar
Un domingo estaba lavando cuando sonó el teléfono en la casa, era él, Eduardo. Le contesté extrañado de que se apareciera después de tanto tiempo. Después del saludo y de las preguntas de cortesía, me dijo que llamaba a pedirme perdón. Que sabía que la había regado, que no entendía qué le había pasado, que me seguía queriendo, que lo intentáramos otra vez. Yo, que con mucho esfuerzo ya me había hecho a la idea de nunca más volverlo a ver; que ya estaba encaminado a mi cambio, a mi nueva vida; reaccioné con coraje a su llamada, a su impertinencia, a su destiempo, si me hubiera llamado antes...
Le dije que a mi esa última vez que hablamos me había quedado claro que ya no quería nada conmigo, y que ya lo había superado, mentí. Ante mi respuesta cambió el tono de su llamada y molesto me dijo que entonces por favor le devolviera sus cosas. Sus cosas eran un chaleco que alguna vez me había prestado y que, como olía a la loción que usaba, ya no le devolví y unas fotos suyas que traía en su mochila y yo le había quitado. Le dije que sus cosas ya las había quemado, en eso no mentí. Me reclamó que no tenía derecho y tal, le dije que estaba ocupado y le colgué. Nunca más supe de él.
Un día estábamos sentados afuera de casa de Adriana cuando salió su mamá, al vernos abrazados, preguntó si nosotros ya éramos novios o qué, nos reímos. Ese día le dije que si ya andábamos juntos como novios para todos lados, pues que ya lo fuéramos. Le advertí que yo había tenido una relación muy importante que recién se había terminado, que aun me dolía, que aun no “la” superaba, que fuéramos despacio, que me tuviera paciencia, ella aceptó. Ese día nos dimos nuestro primer beso, yo no sentí nada; supuse que sería cosa de acostumbrarse.
Pocos días después de tener novia, apareció de nuevo Daniel, Daniel el serio, Daniel el corredor. En todo ese tiempo que teníamos de conocernos me había llamado algunas veces para saludar, quedábamos en ponernos de acuerdo para vernos, pero nunca nos veíamos. Ese día me invitó a tomar un café el fin de semana, acepté.
Lo vi diferente, más seguro, más parlanchín, me dijo que tenía hambre y en lugar del café fuimos por unas hamburguesas. Después de cenar empezamos a caminar, recorrimos toda la Madero, de Villalongín al monumento y de regreso a catedral. Nos sentamos un rato en una banca. Me platicó que estaba tomando un curso “contranálisis” se llamaba; que le estaba sirviendo de mucho, que lo había hecho cambiar, le dije que en efecto lo notaba diferente.
Me dijo que tenía un vicio nuevo, la lectura y me dio un libro que traía acerca de este curso. Me pidió que lo leyera y que la próxima vez que nos viéramos lo platicábamos. Lo acepté solo por lo último que dijo, que íbamos a vernos una próxima vez. Podía sentir el peligro, sabía el riesgo que representaba el verlo, pero siempre me había gustado el riesgo.

lunes, junio 28, 2021

SÓLO QUERÍA QUE MORELIA ME SIGUIERA TRATANDO BIEN

Llegó la navidad, la última del milenio. Sería la cena de navidad de la empresa, yo tan enamorado como ya estaba, le pedí a Eduardo que me acompañara. Ya no me importaban las habladurías, estaba tan feliz que no me importaba enfrentar al mundo, si él estaba a mi lado. Le dije a Lis si alguien podía quedarse a dormir en la casa, le inventé que era un compañero foráneo, ella aceptó con recelo. Ese dia fuimos a la fiesta, les extraño que llevara a un amigo pero nadie dijo nada, me dieron un reconocimiento por mi antigüedad en la empresa y un premio por mi ascenso, todo fue más especial por estar él ahí conmigo.

Al  terminar la fiesta nos fuimos a casa, por primera vez dormiríamos juntos. Intentamos tener intimidad pero algo no salió bien, no supimos acoplarnos, sólo dormimos. Al dia siguiente se fue a casa de su papá muy temprano y quedo de pasar por mi a la hora de la comida para salir. Cuando llegó, mi hermana y su esposo habían salido; esperando que lo del día anterior hubiera sido sólo porque habíamos bebido de más, lo invité a pasar. Empezamos a besarnos, los besos hicieron efecto en su cuerpo, pero al tratar de tocarlo se apartó, me dijo que mejor nos fuéramos, que alguien podía llegar. Contrariado le dije que si eso era lo que quería, nos fuéramos. 

Fuimos al cine, después a caminar. Me dijo que ya casi salía de vacaciones, que un amigo suyo de la escuela lo había invitado a su pueblo y se iba a ir con él unos días, al notar mi molestia me dijo que su amigo tenía novia, que dejara mis celos. Al parecer había olvidado que cuando recién nos conocimos ya me había platicado de ese amigo, me había dicho que a veces tenía actitudes raras con él, aunque le dijera que no era gay; que cuando le platico a él de mí, se había hecho novio de otra compañera, como por despecho.

La semana que él no estuvo yo me enfermé, estuve un par de días ausente de la oficina, el día que me llamó apenas y podía hablar, no me llamó más en toda esa semana. Al volver le marqué y nos vimos, estaba diferente, más animado, me dijo que se la había pasado muy bien, que se había divertido mucho. Esa era la última vez que nos veríamos ese año, me había dicho que en las vacaciones iba a pasar unos días con su mamá y otros con su papá, que se le complicaría verme, también lo acepté. Le entregué el regalo que le había comprado, él no me había comprado nada. 

La navidad y el año nuevo la pasaríamos de nuevo con la familia de mi cuñado, pero esta vez la cena de navidad sería en nuestra casa. Con la sospecha de que algo raro pasaba con Eduardo, esa navidad no pude disfrutarla. La cena de año nuevo fue de nuevo en casa de la hermana de mi cuñado, recordando el oso que hice el año pasado quedándome dormido en el baño,  ni siquiera pude ahogar mi pena en alcohol.

En el trabajo nos dieron la noticia que nuevamente nos cambiaríamos de oficinas. Habían construido un edificio en donde estaríamos todos juntos, los de la oficina del centro y nosotros. Lo que significaba que ahora veríamos al señor todos los días, y a la chismosa de su asistente, se nos acabaría la fiesta. Aunque ya siendo contador el trato directo era con la señora, a quien ya me había ganado; era él quien firmaba los cheques, autorizaba los pagos y tenía la última palabra para todo. Ya habíamos tenido varias, muchas, diferencias pues desde que entró Elena, y siguiendo su consejo de nunca quedarme callado y contestar cuando sabía que yo tenía la razón; varias veces me había gritoneado y yo a él; sobre todo cuando álguien que no fuera él quería darme órdenes, yo no las obedecía y me acusaban con él; yo le decía siempre que para eso no se me había contratado, lo que lo hacía enojar aún más. Las compañeras decían que no entendían cómo me aguantaba y no me había corrido, que parecíamos padre e hijo; mejor perro, les decía siempre. 

A principios del 2000 nos cambiamos. El nuevo lugar no estaba mal, mi oficina era más amplia y tenía una enorme ventana que daba al patio, la anterior era un cuarto sin ventilación. Tendría que cambiar nuevamente de transporte y caminar unas cuadras, pero esta ruta no era tan concurrida, siempre alcanzaba lugar sentado. Con el cambio de oficina también nos cambiaron los horarios, ya no podíamos salir a comer todos juntos, teníamos que tomar turnos para que siempre hubiera alguien en la oficina, la buena noticia es que los sábados saldríamos a las 3, ya no trabajaríamos por las tardes. 

Se acostumbraba que a principios de año nos aumentaban el sueldo, esta era la primera vez que me tocaba a mi la junta con el señor para revisar salarios. Lo convencí de lo bien que trabajaba, de todo lo que hacía, de lo mucho que le había ahorrado al ya no necesitar a un auxiliar, logré que me autorizada un incremento de 150 pesos. Con este incremento me convertía en el que tenía el sueldo más alto de toda la oficina; más alto que el de Claudia, la de más antigüedad; más alto que el de Sonia, la chismosa de su asistente, su mano derecha, su tapadera. El me advirtió: “Así como vas a ganar te voy a exigir cabrón”, yo le dí el avión, ya había aprendido a darle el avión y él ya aceptaba que le diera el avión, “Siempre terminas haciendo lo que te da tu chingada gana, patrón”, me decía.

Ese, nuestro primer sábado en las nuevas oficinas, decidieron que saldríamos a comer todos juntos y después al cine para celebrar, yo dije que no iría. Había quedado de verme con Eduardo. Desde que se acabaron las vacaciones le había estado llamando para vernos y siempre me daba evasivas, ese día al fin lo vería.

Al medio día entró una llamada a mi extensión, era él. Estábamos decidiendo a dónde queríamos ir o lo que queríamos hacer cuando se cortó la llamada. Le volví a marcar sin éxito, lo seguí intentando hasta que entró la llamada. Me contestó molesto, le dije que se había cortado, me dijo que no, que él había colgado. Extrañado le pregunté porqué. Se soltó diciéndome que ya estaba harto, que siempre era lo mismo, que nunca podíamos ponernos de acuerdo, que me tenía que sacar las palabras. Me recordó esa ocasión que me había llamado cuando se fue con su amigo, que yo solo estaba callado y no le decía nada; le dije que apenas y podía hablar por mi infección de garganta; me dijo que eran pretextos, que ya no me aguantaba; le dije que entonces ya no me llamara; me dijo si yo creo que mejor aquí la dejamos; pues aquí la dejamos, le dije y ahora le colgué yo.

Salí de mi oficina fúrico y le dije a mis compañeros que siempre sí iría con ellos a celebrar. A pesar de todo nos divertimos. Al volver tomé el mismo transporte que tomaba Claudia, el que nos dejaba a ambos cerca de nuestras casas. En el camino íbamos platicando de lo bien que lo habíamos pasado, recordamos cuando yo entré a trabajar, me dijo que le había caído mal, le dije que ella a mi también, porque se creía la jefa. Caímos en cuenta que éramos los únicos que quedábamos de aquel tiempo. Pasamos a nuestra vida privada, le dije que andaba sufriendo por amores, me dijo que por eso ella estaba mejor sola. En tono de broma dijimos que ya que nos llevábamos tan bien, deberíamos empezar a salir juntos, para hacernos compañía. 

Aunque el comentario había sido en broma, la idea se quedó dando vueltas en mi cabeza. Ya me había dado cuenta de que el tema con los hombres era muy complicado, ya estaba cansado de buscar, de conocer  gente, de pasar por lo mismo una y otra vez, de creer haber encontrado a la persona adecuada, sólo para decepcionarme de nuevo al poco tiempo.

Llegó el día de la boda de Diana, yo fui acompañado de una compañera de otra sucursal, se decía que yo le gustaba así que la invite y aceptó. Esa fue la última vez que vi a Roberto, él fue solo. Se sorprendió al verme llegar acompañado de una mujer, pero lo entendió. "La gente en Morelia es muy de apariencias" se decía, como te ven te tratan. Yo estaba decidido a cambiar, a dejar atrás lo que yo había decidido creer era una etapa de experimentación. Yo sólo quería dejar de sufrir, yo sólo quería cumplir finalmente con lo que se esperaba de mi, yo sólo quería que Morelia me siguiera tratando bien.

viernes, junio 25, 2021

INSEGURIDADES MÍAS

Después de semejante vergüenza decidí alejarme de los bares y los antros y volver a las cartas. Esta vez cometí un error, en lugar de rentar el mismo apartado postal de la vez pasada, renté uno en la oficina de correos cerca de la casa. Supongo que el cartero huevón de nuestra zona al ver un apartado postal contratado con nuestra dirección, decidió meter ahí toda la correspondencia, incluso la que iba dirigida a nuestra casa. Nos enteramos el día que Lis fue a la oficina de correos, pues hacía semanas que no recibíamos correspondencia, ni los recibos de los servicios. Cuando llegué a comer encontré en mi cama un enorme bonche de cartas con mi nombre. Me sentí descubierto. Lis no me cuestionó el motivo por el cual había contratado un apartado postal, ni quiénes eran todos esos que me escribían; pero supongo lo sospechó, después me enteraría que sí. Tampoco supe si se había quedado con alguna carta y la había leído.  Al día siguiente fui a cancelar el apartado postal. A los chavos con los que ya me escribía les di la dirección de la casa, y decidí ya no escribirme con nuevos.
Una mañana al llegar al trabajo estaban ahí los señores, encerrados en la oficina de Elena, al parecer les había renunciado, mi corazón se aceleró. Al poco rato salió el señor, me pidió que fuera a la oficina, yo lo dudé, las compañeras que estaban enteradas de la promesa de Elena, me alentaron a que fuera. Elena les había dicho que ese era su ultimo dia y que no le iba a entregar el puesto a nadie más que a mi; el señor me dijo que le recibiera, todavía me puse mis moños. Le dije que si esta vez si era en serio, que quería el mismo sueldo de Elena, como hacía la nómina con ella ya sabía cuánto ganaba; él me dijo que sí, si a todo. Elena les pidió que nos dejaran solos, la señora no quería pero al parecer el problema había sido con ella, así que el señor la sacó de la oficina.
No había mucho que entregarme, tenía meses capacitándome; me dio las chequeras, la documentación que tenía a resguardo, las contraseñas de ingreso al sistema, el contacto del contador y se fue. Por la tarde llegó el señor y me dijo que la señora no estaba muy convencida de que yo me quedara con el puesto, pero que le echara ganas y él me iba a apoyar, que al día siguiente fuera a ver al contador para que me explicara bien lo que tenía que hacer. Así me convertí en el contador de la empresa, tendría mi propia oficina privada y pasaría de ganar 720 a 950 al mes.

Con el aumento de sueldo me alcanzó para comprarme una TV, mi primer TV y para contratar TV por cable, además hice el intento de volver a la escuela, investigué de nuevo lo de la prepa abierta e hice los trámites, pero todo seguía igual de complicado al poco tiempo lo volví a abandonar. Con la TV por cable mi horizonte se amplió, conocí a “Will and Grace”, me enamoré de Pacey en “Dawson`s Creek”. Descubrí MTv y mi horizonte musical también se amplió, más CDs por comprar. Por cable había mas variedad de series y películas muchas con personajes gays totalmente diferentes, personajes gays que tenían una familia, que eran aceptados, que tenían una relación en la que se tomaban de la mano y caminaban por la calle, que hacían más cosas que tener sexo. La esperanza se renovó en mí, quizá si existía la posibilidad de tener una relación como la que yo quería, quizá es que aun no encontraba al indicado.
Ya había aprendido que una relación así no iba a encontrarla en los bares o en antros, me daba pavor pensar que me encontrara a alguien conocido, me aterrorizaba que al estar con alguien en buen plan, una sombra del pasado se apareciera y le dijera que yo era como zapato nuevo, que aflojaba con alcohol. Sólo me quedaban los candidatos con los que tenía comunicación por carta, decidí empezar a conocerlos. 
Había un chavo de Guadalajara que me invitaba a ir a visitarlo, como ya había cumplido un año en el trabajo ya tenía vacaciones, decidí ir. El viaje me  sirvió para conocer la ciudad, pero el encuentro fue un fiasco, lo que me contaba en sus cartas no tenía nada que ver con la realidad. Vivía recordando sus glorias pasadas cuando tuvo un club de fans de Caifanes y conoció a Saúl. El tipo era mucho mayor y así se veía, no tenía trabajo, yo tuve que pagar todo, en estos tiempos calificaría de chavo ruco. Lo único que pagó fue el café que me invitó en una “cita romántica” donde me regaló una rosa, contrató una canción con un trío y me declaró su amor. Al preguntarme si podía darme un beso, le tuve que dejar claro que “solo estaba viendo, gracias”. Al menos me divertí recorriendo Guadalajara, obviamente nunca más volví a escribirle. 
En agosto conocí a dos chavos de Morelia. El que conocí primero, Daniel, era un poco mayor que yo, como 4 años, era ingeniero egresado del Tecnológico, era un poco serio, penoso. El día que nos conocimos caminamos por toda la ciudad, resulta que su pasatiempo favorito era correr y caminar. Para no quedar mal le dije que a mi también me encantaba caminar, aunque el esfuerzo físico era algo que me sigue provocando alergia. Después de la primera cita intercambiamos teléfonos para estar en contacto, yo siempre daba el teléfono del trabajo, pasó mucho tiempo para que me contactara de nuevo.
El segundo que conocí, Eduardo, era menor que yo, como dos años. Estudiaba la licenciatura en Historia en la Michoacana. Vivía con su mamá, pero los fines de semana a veces se quedaba con su papá, quien ya tenía otra familia y coincidentemente vivía en una colonia aledaña a la mía. Era muy divertido, ocurrente, tenía unos ojos negros brillantes que me cautivaron desde la primera vez.
Como les vi posibilidades, y pensé que si no era con uno sería con el otro, decidí terminar con la relación que tenía. Era un doctor, Juan Víctor; varios, muchos años mayor que yo, al que veía con frecuencia. Aunque ya habíamos salido a comer y al cine, cada salida siempre acababa en su departamento de soltero, nunca me lo dijo pero yo tenía la sospecha de que estaba casado. Para mi, que desde entonces el sexo era un requisito a cumplir y no una finalidad como tal, aceptaba que ese era el precio que tenía que pagar por su compañía.
El día que conocí a Eduardo nos vimos para comer, aunque ninguno de los dos comió. Me dejó en el trabajo para irse a la escuela y quedó de pasar por mí a la hora de la salida, las horas se me hicieron eternas. Al salir ya estaba ahí, en la plaza frente a la oficina esperando por mí, me sentí emocionado como quinceañera. Como no decidíamos a donde ir, sugirió que camináramos; al parecer caminar era la actividad de moda, para mi infortunio. Llegamos a un jardín, me dijo era su favorito, nos sentamos en una banca a platicar, a conocernos. Ese día empecé a fumar otra vez, con él. Estuvimos ahí un buen rato hasta que decidimos irnos, aunque ninguno de los dos quisiera, pero ya faltaba poco para que dejara de pasar el transporte. Quedamos de vernos al día siguiente. 
Nos vimos todos los días de esa semana y quedamos de salir el sábado. Ese día caminábamos por el bosque Cuauhtémoc después de ir por un café, cuando pasamos por un lugar oscuro y solitario, de pronto se detuvo, me detuvo, se acercó a mi y me besó. No era ese mi primer beso, ni era la primera vez que besaba a un hombre, pero si era el primer beso con alguien por quien empezaba a sentir algo, vi estrellitas y fuegos artificiales. Quizá este cuente como el primer beso de amor verdadero, ése que romperá mi hechizo, el hechizo de no encontrar aún al indicado, pensé.  
Después de ese dia me hice adicto a sus besos con sabor a marlboro lights y halls de mora azul; buscábamos cualquier lugar oscuro, cualquier jardín, cualquier rincón escondido para besarnos, para tocarnos, disfrutaba la suavidad de sus labios, la forma en que su lengua juguetona exploraba el interior de mi boca, me encantaba como me abrazaba, como me pegaba a su cuerpo, como recorrían sus manos mi espalda bajando mucho más allá de la misma; hasta que recordábamos que estábamos en un lugar público y alguien podía vernos, entonces nos separábamos y seguíamos caminando, entre risas de complicidad. 
Con la necesidad de un contacto más íntimo le sugerí que entráramos a la oficina, generalmente yo era el último que salía pues era el que ponía la alarma, nadie llegaba después. Esa noche nos encerramos y le dimos rienda suelta a nuestro deseo recíproco. La incomodidad del lugar hizo que no pasáramos de tocarnos mutuamente. Aunque para mi eso había sido suficiente, sospeché que él esperaba algo más, se mostró molesto. Pero al no decirme nada, supuse que sólo eran inseguridades mías.