lunes, agosto 30, 2021

TODO LO DEMÁS ERA LO DE MENOS, O ESO QUERÍA CREER.

El inicio de milenio, que a todos les había traído alegría y expectativa de cosas buenas, yo lo recibía con tristeza, depresión e incertidumbre.  Las cosas no estaban saliendo tan bien, no estaban siendo tan sencillas como yo había creído serían. Siendo realistas apenas habían pasado tres años desde el inicio de esta nueva vida; pero, con mi naturaleza ansiosa y desesperada, yo ya quería tener el futuro resuelto. En muchas ocasiones en la combi de camino a casa, con los audífonos de mi discman puestos, escuchando a mis recientes descubrimientos: Garbage, Cranberries, Rod Steward, Bryan Adams, Journey y mis compilados de baladas en ingles; me preguntaba si en algún momento en el futuro recordaría con añoranza todo lo que estaba viviendo, toda la mala racha que estaba pasando; así como en ese momento recordaba mi adolescencia, la secundaria, la prepa; y pensaba que todo tiempo pasado había sido mejor. Con el tiempo pude constatar que en efecto, así fue.

Mi cuñado había renunciado a su trabajo y se le estaba complicando encontrar otro. Mientras había aceptado manejar un taxi. Ahora estaba en casa todos los días. Dejé de ir a comer con frecuencia sólo para no encontrármelo. No habíamos tenido otro incidente, pero a mi no se me olvidaba lo que me había dicho, aunque tratara de disimular que sí. Estar en su casa era extraño, había algo que a mi orgullo no le parecía, constantemente me repetía que ahora estaba en su territorio, que tenía que obedecer sus reglas; tampoco es que en algún momento me hayan puesto alguna. Lo malo es que extrañaba comer con mi hermana y ver a mi sobrino, a sus casi 4 años cumplidos ya veía con él la novela de niños de las cuatro. 

Claudia, con todo y su reciente boda, me contaba que empezaba a tener problemas con su marido, a quien por cierto ya habían despedido. Al señor nunca le terminó por simpatizar y aprovechó cualquier pretexto para despacharlo. Claudia me decía que su marido prefería trasnocharse tomando con un amigo suyo de la infancia, con quien recientemente se había reencontrado, que pasar tiempo con ella. Yo, que desde lo conocí con solo verlo supe de su homosexualidad, era incapaz de decirle que probablemente ese era el motivo. Aunque presentía que ella también lo sabía. 

Adriana se había empezado a acercar a mí nuevamente, ahora como amigos. Constantemente me llevaba cosas y me buscaba para platicar; yo, hermético como un tupper, apenas y le contestaba. Aunado a esto acababa de entrar a trabajar una chica que se hizo amiga de Claudia, Ana. Como Claudia y Adriana nunca se habían llevado muy bien; Claudia insistía en emparejarme con Ana y alejarme de Adriana. Yo no tenía interés alguno en ninguna de las dos, pero me halagaba el interés de ambas.

Aunque también había cosas buenas, cuando llegó el tiempo de revisar los sueldos, conseguí nuevamente un buen aumento. No sin antes aguantar la letanía del señor, quien nuevamente me dijo que me daría más responsabilidades y que eso lo tenía que desquitar. Recién había contratado de medio tiempo a una pasante de abogado, Alma; quien después de terminar sus prácticas profesionales, se quedó para revisar contratos y supervisar despidos, la actividad favorita del señor. El plan era que ella y yo hiciéramos equipo; ella vería los temas legales, yo el cálculo de finiquitos y prestaciones. Alma y yo desde un principio tuvimos diferencias, se hizo amiga de Adriana y al conocer nuestra historia, o al menos la versión que ella le contó, tomó partido por ella. Alma sabía que yo no tenía una carrera universitaria y a menudo me decía que no merecía ni el puesto, ni la confianza que el señor me tenía; yo le decía que me tenía envidia y que si ella era tan buena, debía buscarse un trabajo de verdad, no uno en el que hacía como que trabajaba. 

Los problemas de el señor con su familia eran cada vez más evidentes. Su hijo mayor estaba por terminar la universidad y quería involucrarse en el negocio, pero él no se lo permitía. En varias ocasiones le gritó su ineptitud frente a todos, saliendo su madre al quite, quien también terminaba gritada. Entre eso y sus constantes aventuras de dominio público con las empleadas, se rumoreaba que entre ellos se empezaba a mencionar la palabra divorcio. 

Una ocasión en que yo salí tarde me lo encontré en su oficina tomando un trago con Fernando, su sobrino hijo de su hermana. Fernando era buena onda, ya que llegabas a conocerlo; el señor le tenía mucha confianza y para muchas cosas era su mano derecha. Por esta razón en ocasiones Fernando podía parecer medio mamón o presumido. Por eso y por el hecho de que era muy, muuy, muuuuuy guapo, se sabía gustado por muchas; de hecho Adriana después de que terminamos se acercó a él para darme celos y lo consiguió, cuando los veía platicando sentía muchos celos, pero no de él, de ella.

Yo no le hablaba más que lo necesario pero tampoco es que nos lleváramos mal; si no le hablaba era por lo mismo que no le hablaba a la mayoría de mis compañeros hombres, por el temor de que notaran algo en mi que me delatara y todo el mundo supiera que era gay, me corrieran del trabajo, mi familia se enterara y me corrieran de la casa, terminando solo, avergonzado y humillado viviendo abajo de un puente, para acabarla en ese tiempo en Morelia no es que hubiera muchos puentes.Esa noche al despedirme de ellos el señor me dijo si no quería un trago, después del aumento que recién me había autorizado me pareció una descortesía rechazarlo.

El señor le estaba platicando a Fernando los planes que tenía para el negocio. Quería abrir más sucursales y posteriormente dedicarse a la venta de franquicias. Recientemente había empezado a importar laboratorios fotográficos, los vendía aquí ofreciendo la instalación, los insumos y la asesoría técnica, no le iba nada mal con eso. Nos dijo que nosotros dos éramos de su máxima confianza; que quería que yo aprendiera a manejar para darme un carro de la empresa y empezara a salir a las sucursales a echarles un ojo y que a Fernando le quería encargar lo de este nuevo negocio. Con ya varias copas encima nos empezó a contar los problemas en su casa, con su esposa que no lo entendía y con sus hijos a los que él no entendía, en un momento nos dijo que ojalá su hijo fuera como nosotros. Supuse que era el whisky lo que hablaba, pero no puedo negar que me halagó el comentario.

Estuvimos echándonos unos tragos hasta casi la madrugada, cuando vio su reloj y nos dijo que, aunque no quería llegar a su casa, ya era hora de irse a descansar. Fernando se ofreció a llevarme a mi casa, vivíamos por el rumbo. Mientras íbamos a casa y me comentaba lo mal que veía la situación de su tío con su familia, yo no podía dejar de reparar en el hecho de que estaba a su lado, solos, de madrugada. En alguna ocasión ya había fantaseado estar con él en una situación similar, sólo que en mi fantasía por alguna extraña razón Fer me sugería que nos perdiéramos el asco, cosa que no estaba pasando. De pronto se detuvo en una Farmacia Guadalajara y me dijo -aguántame-, por un momento tuve la ilusa esperanza de que mi fantasía se haría realidad, pero mi esperanza se desvaneció cuando lo vi regresar con cigarros y no con condones. Me tuve que conformar con fumar junto a él y no fumármelo a él. 

Al día siguiente, con cruda y dolor de cabeza, llegué a trabajar; el señor ya estaba en su oficina, igual de gruñón que siempre. Me respondió el saludo echando la cabeza hacia arriba como acostumbraba. Desde ese día lo empecé a ver diferente, como que mi aversión se empezó a convertir en admiración y mi desprecio en respeto. Finalmente me sentí agradecido por que, a pesar de todo lo demás, tenía un buen trabajo y pensé que eso era lo importante; teniendo un buen trabajo, teniendo un buen sueldo, todo lo demás era lo de menos, o eso quería creer.