viernes, julio 02, 2021

LO PEOR ESTABA POR VENIR

Se acercaba el fin de año, en la oficina organizamos un intercambio de regalos. El dia del intercambio iríamos a “El último tren” a celebrar la navidad. Por coincidencia sería el mismo día que había quedado de verme con Daniel; quise cancelar el plan, de la oficina obviamente, pero no me dejaron. Tuve que decirle a Daniel que lo vería un poco más tarde. Quedamos de vernos en mi antigua casa, aun estaba deshabitada y yo todavía tenía las llaves. Ya no había muebles, sólo algunas sillas y una cama; si todo salía bien y el alcohol hacía el efecto esperado, esto último sería lo único que necesitaríamos. El llevaría el alcohol y los refrescos, yo un reproductor de CD. Con todo y la comida de la oficina, llegué un poco antes que él.
Yo ya me había tomado unas cuantas por lo que le llevaba ventaja, empezamos a platicar, puso a Los Bukis; presentía que después de ese día esa música ya no me iba a recordar sólo a Sergio. El alcohol a ambos nos hizo el efecto contrario, en lugar de desinhibirnos y darnos valor, nos apachurró; ya llevábamos más de la mitad de la botella y no habíamos hecho más que platicar. En una de esas que fui al baño al salir lo encontré acostado en la cama, me acosté a su lado. Al acostarse se le había subido un poco la playera, no dejaba de ver de reojo el camino de vellos que iniciaba en su ombligo y se perdía más allá del resorte de su ropa interior; me paralicé, fui incapaz de tomar la iniciativa, me daba miedo el rechazo, me daba miedo todo. No hice nada, por desgracia él tampoco.
Nos acabamos la botella y decidimos que era hora de irnos, ya casi amanecía. Al parecer yo había bebido mucho, muchísimo más que él. Me llevó a mi casa, esperó que abriera la puerta de la calle y se fue. La puerta de la casa no la pude abrir, al parece habían cambiado mi llave, la cerradura, o la puerta, eso pensaba en mi avanzado estado de ebriedad. Tuve que tocar el timbre y soportar que mi cuñado abriera la puerta sonriendo y moviendo la cabeza, en señal de complicidad y también de desaprobación. Mucho tiempo me arrepentí de mi cobardía de esa noche; no estoy seguro de que no me siga arrepintiendo aún ahora. Esa era era mi oportunidad y por cobarde la dejé pasar; nunca más iba a tener otra, lo sabía. Me iba a quedar eternamente con el ¿Qué hubiera pasado si...?
A la fiesta de navidad de la empresa fui solo, no tenía a quien llevar pero tampoco lo necesitaba, ahí estarían mis amigos. Esta vez además del reconocimiento me dieron una botella, un reproductor de CD que era también radio despertador y una despensa. Esa fue la mejor de las fiestas que puedo recordar, la de mejor ambiente, la más divertida. El señor estaba tan animado, tan alegre, tan sonriente, como casi nunca se le veía. Yo llevé mi cámara para inmortalizar los mejores momentos de la noche, de pronto el señor pidió que nos tomaran una foto con él. Esa foto con los de la oficina y el señor en cuclillas frente a nosotros, recargando su codo en mi pierna, se convertiría en uno de mis mayores tesoros debido a lo que pasó después.
Esa navidad no tenía ganas de celebrar, ni las luces, ni la decoración de las tiendas lograron contagiarme el espíritu navideño. No dejaba de pensar en lo que había pasado con Daniel, y en lo que no había pasado, no dejaba de pensar en el camino de vellitos de abajo de su ombligo. Habían pasado pocos días pero no había sabido nada de él, yo estaba demasiado apenado para buscarlo. Me preguntaba si él estaba igual de decepcionado que yo, si me volvería a buscar o nunca más lo iba a volver a ver por mala copa. Por desgracia la cena de navidad de nuevo sería en la casa por lo que tuve que estar presente, aunque mi mente estaba muy lejos de ahí.
El 25 de diciembre fue lunes, amaneció nublado, frío, lluvioso, así como yo me sentía. Ellos se fueron al recalentado a la casa de la hermana de mi cuñado, yo preferí quedarme. Sonó el teléfono, era Daniel. Me preguntó si no iba a salir porque quería llevarme mi regalo, el corazón se me aceleró, la esperanza volvió. Le dije que ahí iba a estar, tratando de sonar casual. Me bañé, me cambié y me perfumé. Mientras llegaba me preguntaba qué me iba a llevar, me lo imaginaba llegando con un abrigo y debajo nada más que una tanga con estampado de regalo, no tuviera tanta suerte, pensaba. Al llegar lo invité a pasar pero me dijo que iba de rápido, pues andaba de "Santa Claus" repartiendo regalos y aun le faltaban varios hermanos. Me entregó una bolsa y me dijo que luego le dijera si me había gustado, me deseó feliz navidad y se fue. Esa fue una de tantas veces en que me quedé con las ganas de darle un abrazo.
Para la cena de año nuevo inventé que saldría de fiesta con unos amigos, no quería ir a casa de la hermana de mi cuñado, no tenía ánimos de pretender que me la estaba pasando bien, no quería estar acompañado. Me quedé encerrado en mi cuarto viendo el conteo de los videos más votados del año en MTv, con la esperanza secreta de que sonara el teléfono y fuera Daniel diciéndome que iba para allá; con la esperanza de que sonara el timbre y fuera él que había llegado de sorpresa, ninguna de esas cosas pasó. 
Ese fin de año fue triste, fue diferente, mi oficina sonaba a Los Bukis, mi Discman tocaba a los Bukis. Adriana, que para entonces ya era de nuevo mi amiga, me dijo que me veía raro, que hasta los gustos musicales me habían cambiado, yo sólo le sonreía, sin ánimos de darle explicaciones, sin ganas de aceptar su compañía. Tal vez en el fondo ya presentía los cambios que se venían, tal vez mi tristeza era porque ya temía que, lo peor estaba por venir.

jueves, julio 01, 2021

Y QUE PASE LO QUE TENGA QUE PASAR

Los cambios continuaban, unos provocados por mí, otros con los que yo no tenía nada que ver. Lis me dio la noticia de que estaba embarazada, sería tío de nuevo. También me dijo que nos tendríamos que mudar de casa. Mi hermana mayor, la dueña, les dijo que iban a hacer arreglos en la casa para rentarla; por lo que debíamos desalojar. En ese momento me enteré de que mi cuñado si tenía una casa, sólo que se la había vendido a una de sus hermanas; pero como no le había dado ni un centavo ahora se la iba a pedir de vuelta y ahí nos iríamos a vivir. Yo no quería cambiarme de casa, con todo y que la otra quedaba más cerca, mucho más cerca, del trabajo. Había aguantado viviendo con ellos porque sabía que la casa no era de mi cuñado, el saber que ahora viviríamos en una casa suya me causaba conflicto.

Ese verano tuve un incidente con mi cuñado. Lis estuvo ausente una semana pues Lu había ido a visitar a mi hermana mayor e invitaron a Lis para que también  fuera. Mi cuñado dijo que no tenía problema en que Lis fuera, sin embargo ese sábado llegué a la casa y mi cuñado estaba tomando, me ofreció un tequila y al estar solos consideré que sería mala idea rechazarlo. De pronto empezó nuevamente con sus reproches: que mi familia sentía que él no merecía a mi hermana, que lo hacíamos menos,  que para mis papás su máximo era el esposo de mi hermana mayor, sólo porque tenía dinero, que nos creíamos mejores que su familia, pero que éramos unos falsos y unos hipócritas. Que no nos decíamos las cosas entre hermanos, que mi cuñado había hecho cosas horribles con mi hermana y mis sobrinas. 

Después empezó conmigo, me dijo que con todo y lo mucho que decíamos querernos Lis y yo, no nos teníamos confianza. Dijo que Lis había encontrado unas revistas porno en mi cuarto y en lugar de preguntarme qué onda con eso, le había dicho a él que hablara conmigo. Lo mismo cuando descubrió que tenía contratado un apartado postal y me mandaba cartas con hombres. No sabía si era sólo el alcohol el que hablaba pero lo último me hizo sentido; recordé que por aquellos días en una ocasión de buena a primeras, mi cuñado llegó con un bonche de revistas con viejas encueradas, y me dijo “para que te ilustres”. Pensé en hablar con Lis cuando regresara, pero cuando volvió no tuve valor. Sin embargo desde ese dia se me quedó la idea de que no iba a pasar mucho tiempo más viviendo con ellos, por mi cuñado más que nada.

Programaron la mudanza justo para el día de la boda de Claudia, el puente del 20 de noviembre. Yo sólo les ayudé a empacar pero no los ayudaría a cargar y descargar, para colmo al terminar la fiesta tendría que llegar a la casa nueva, a la que nunca había ido. La fiesta estuvo muy bien, Adriana fue con su hermano y yo con otras compañeras de la oficina. El pastel estuvo delicioso, yo lo había elegido. No nos hablamos en toda la noche. Al finalizar la fiesta nos fuimos en el mismo taxi Cristina y yo, como ya era de madrugada me pidió que primero la acompañara a ella y luego me llevaran a mi. 

Cristina no era convencional, era de “buena familia”. Se había casado con un buen partido obligada por su familia, había tenido hijos obligada por su familia. Había empezado a trabajar pues el marido la maltrataba, so pretexto de que él era el del dinero. Hacía poco tiempo su amor de juventud había aparecido de nuevo y se había vuelto su amante, el amante le había presentado a una amiga, cocaína. Estaba perdiendo el control y la cabeza. Yo la escuchaba, no la juzgaba por eso decía que me quería. Ese día en el taxi, al preguntarme porqué habíamos terminado Adriana y yo si hacíamos tan bonita pareja, en tono sarcástico como su personalidad; le dije que yo estaba enamorado de otro, ella se carcajeó. Yo sabía que estaba tan pasada que al día siguiente ni se acordaría.

Libre de compromisos y sin nadie a quien darle explicaciones, decidí aceptar la invitación que me había hecho un amigo del DF que era de los pocos con los que me seguía escribiendo, de ir a visitarlo, era hora de enfrentarme al monstruo que era para mi “La gran ciudad”. Me enteré que para esos días le habían programado una visita de revisión a mi padre, iría a Morelia. Yo ya tenía mi viaje programado y planeado no iba  a cambiarlo, ni modo, no lo iba a ver.

El encuentro fue otro fiasco, el flamante representante de artistas que decía ser resultó ser un tipo con cero gracia y demasiadas ínfulas. Representaba a un niño al que llevaba a casting en TV Azteca, el máximo logro del niño había sido salir en “Trik Trak”, después no había hecho nada. El tipo vivía con sus padres y lo mantenía su hermana, me contó que ella tenía un super trabajo y andaba con su jefe. No vivía en el DF, me arrastró hasta Atizapán para presentarme a sus padres. Eso sí, me presentó como su exitoso amigo de Morelia, que era contador general de una cadena de tiendas de fotografía y estaba estudiando inglés. Lo bueno del viaje es que me sirvió de guía de turistas y me llevó a conocer lo más representativo de la ciudad, lo malo es que todo lo hicimos en transporte público y tardamos más en los traslados que en las atracciones. 

Al final del viaje cuando ya íbamos camino a la central, me preguntó la impresión que me había causado, no supe qué contestar, literalmente me quedé callado. Pensé que la noche anterior cuando fuimos de antro y había intentado besarme, mi rechazo le había dejado en claro lo que pensaba de él. El me dijo que yo le había gustado, que había quedado encantado con mis dos más grandes atributos, "y no son tus nalgas, son tus manos", me dijo riendo. Yo sabía que mis nalgas sí eran de mis mayores atributos, ¡Qué tiempos aquellos!. Me dijo que quería que nos siguiéramos tratando, que ahora me tocaba a mi invitarlo a Morelia, en tus sueños pensé.

Empecé a creer que lo que le había dicho a Cristina aquel día era verdad, ahora que veía más seguido a Daniel, me estaba enamorando de él. Le notifiqué mi nueva dirección y un sábado en la noche tocaron el timbre, me dijo mi cuñado que me buscaban,  al salir ahí estaba él, de sorpresa. Dijo que había ido a conocer mis nuevos dominios. Nos subimos a su camioneta a platicar, estaba escuchando a Los Bukis, los recuerdos se arremolinaron en mi mente. Me pregunto si me gustaba, le dije que mucho, yo no hablaba sólo de la música. Le dije que con esa música daban ganas de echarse unos tequilas, en lo que estuvo de acuerdo; le dije que antes de acabar el año quería ponerme con él una buena borrachera, ponle fecha, me dijo; le sonreí mientras le decía y que pase lo que tenga que pasar.