miércoles, septiembre 22, 2021
INTERMEDIO
lunes, septiembre 20, 2021
DE PRONTO SE PINTÓ DE NEGRO
lunes, septiembre 13, 2021
NO AHORA QUE AUN LOS NECESITABA
La casa estaba céntrica y tenía dos plantas, abajo estaba la cocina, la sala y el comedor y arriba las recámaras. A mis clases de inglés podía llegar caminando y cuando no me ganara la flojera podría caminar de ahí al trabajo, iba a ahorrar mucho en pasajes. Como Humberto, el esposo de Claudia, no estaba trabajando él cocinaría; Claudia y yo llegábamos a comer todo los días, nos hicimos aun más cercanos. Después de comer yo me iba a mi cuarto a dormir la siesta y ellos se encerraban en el suyo.
Esa semana Adriana se enteró de que estaba viviendo con Claudia y trató de hacerme algún comentario, pero antes de que lo intentara la paré en seco. Me sorprendió que en lugar de hacerse la ofendida, como acostumbraba, me invitara al cine. Ese sábado sería mi cumpleaños y estaban re-estrenando en cines “El exorcista”; me mostré renuente pero me dijo que era una salida de amigos; como yo sí quería ver la película en pantalla gigante y no comulgaba con la idea de ir sólo al cine, acepté su invitación.
Ese sábado desayunamos todos juntos en la oficina para celebrar mi cumpleaños, llevaron tamales y atole. La sorpresa del día fue que el señor llegó cuando estábamos desayunando y cuando le dijeron que era para celebrar mi cumpleaños, en lugar de molestarse y decirnos que nos fuéramos a trabajar como acostumbraba, me felicitó. Todos empezaron con la burla de siempre de que me había felicitado “mi papá”. La sorpresa fue aún más grande cuando en la tarde su secretaria me dijo que había mandado comprar pollos asados para que comiéramos en la oficina, en honor a mi cumpleaños. Estábamos comiendo cuando él pasó a despedirse, dijo que tenía que irse al rancho. Me entregó una botella de whisky como regalo y ante las bromas de los compañeros me dio un abrazo de cumpleaños. Viniendo de él tanto detalle, no podía sentirme más especial.
Terminando de comer fui al cine con Adriana, no la pasamos mal pero prácticamente no hablamos, fue una sensación rara, demasiado familiar y a la vez demasiado lejana. Después de la película la acompañé a su casa, a la esquina, no quise llegar hasta su casa. Me dijo que debíamos hacerlo de nuevo, como amigos. Le dije que lo haríamos.
Al día siguiente mis roomies y yo hicimos tamales y galletas para celebrar mi cumpleaños y también para probar si la estufa funcionaba, nos dimos cuenta de que no eramos tan malos para la cocina.
Después de nuestra ida al cine Adriana y yo empezamos a salir con frecuencia, los sábados íbamos al cine o a caminar al centro y eventualmente volví a su casa, esta vez como su amigo. Su mamá me aceptó a la primera, a su hermano le dio gusto el volver a verme, yo también estaba feliz de verlos. Su papá y sus hermanos me veían con recelo, pero no importaba, así lo habían hecho siempre.
A Claudia no le parecía mi acercamiento con Adriana, me comentaba cosas de ella. Por salud mental opté por no hablar de una con la otra y viceversa. Con el paso de los días empecé a darme cuenta de que Claudia no mentía, en muchas ocasiones al llegar de trabajar nos encontrábamos a Humberto y a su amigo de la infancia en la casa, tomando y escuchando música. Ella molesta muchas veces se iba directo a su cuarto sin cenar, yo a veces me quedaba con ellos platicando, pero como al siguiente día me tenía que levantar temprano para irme a clase me iba a dormir y se quedaban ellos solos hasta entrada la madrugada.
Empecé a darme cuenta de que Claudia me estaba utilizando, se estaba refugiando en nuestra amistad para huir de los problemas en su matrimonio; me celaba demasiado y quería que yo tomara partido por ella en la relación con su marido, yo traté siempre de mantenerme al margen.
No quería pensar que el irme a vivir con ellos había sido una mala idea, no quería pensar que me había equivocado, que me había precipitado; no ahora que ya hasta había adoptado un gato, no ahora que aun los necesitaba.
lunes, septiembre 06, 2021
ME PODÍA FALTAR CUALQUIER COSA, MENOS ESO
Llegó marzo, el mes de mi cumpleaños. Me sentía un poco más animado, me iba bien en el trabajo, me iba bien en mis clases de Inglés, se podría decir que estaba haciendo algo con mi vida, aunque me inquietaba que los resultados no fueran inmediatos. El lado sentimental lo había pausado por el momento. Daniel había desaparecido de nuevo y cansado de tantas desilusiones, había desistido de la búsqueda de alguien más. Con todo y que, ahora con esa nueva cosa llamada “internet”, era más fácil. Ya había abierto una cuenta de correo y una vez a la semana iba a un ciber café a revisarla.
Había encontrado páginas de chats y de contactos donde se podía publicar anuncios para conocer gente, y también se podía chatear en vivo. Como nunca había sido bueno para entablar conversaciones con desconocidos, o con conocidos; el chat se me complicaba esperando a que alguien diera el primer paso y me saludara. Había publicado también uno que otro anuncio, pero todos pedían foto a la primera y con mis inseguridades acerca de mi físico y mi persona eso tampoco se me facilitaba. Me conformaba con ir al ciber a bajar porno, lo malo es que en un disquete apenas y cabían unas cuantas fotos y ni soñar que cupiera un video.
Mis romances habían pasado a ser platónicos. En el trabajo y en la escuela de inglés había candidatos por lo que yo sentía algo, en estos tiempos diría que eran mi “crush”. Tristemente para mi todos tenían en común que eran heterosexuales. Del que más me acuerdo es de “Adrián” un hermoso osito panzón, barbón y bigotón que era técnico y se encargaba de revisar y reparar los laboratorios fotográficos. Era de los pocos que se me acercaba y me hacía la plática en el trabajo. Presiento que él sabía que me gustaba y de cierto modo se aprovechaba de eso, frecuentemente me pedía anticipos de su nómina y yo no le podía negar nada. Me pagaba el favor con su atención y trayendome puerquitos, un pan tradicional, cada vez que pasaba por Zinapécuaro.
En casa con la inminente llegada del bebé sentí que ya no había lugar para mi, y me planteé seriamente la posibilidad de buscar un lugar en renta, un lugar donde tener privacidad, un lugar en donde pudiera recibir visitas. Creía que así tendría más confianza, y podría conocer más gente. Un día lo platiqué con Claudia y entusiasmada me dijo que me fuera a vivir con ellos, la casa donde vivían era de dos recámaras y tenían una disponible. La idea no me pareció descabellada, me llevaba muy bien con ella y su marido, la casa estaba céntrica aunque en un vecindario con mala fama, igual era una forma de empezar. Claudia me invitó a comer para que viera la casa y lo platicáramos con su marido, él estuvo más entusiasmado que nosotros dos con la idea, por lo que acepté. Ahora sólo era cosa de decírselo a Lis.
Hablé con Lis y supongo en parte pensando igual que yo, que ya era hora de que me fuera, no me dijo que no lo hiciera; empecé a planear mi mudanza. No tenía mucho que llevarme, nada más que mi ropa y mi TV Ah! y mis discos. Empecé por comprar mi cama y un mueble para la ropa. Hablé con mi hermana mayor y le dije que me vendiera la estufa que tenían en la casa donde vivíamos antes, como supuestamente iban a remodelar la casa supuse que no necesitarían los muebles.
Al pensar cómo llevarme las cosas se me ocurrió buscar a Daniel, recordé que en ocasiones había ido a visitarme en una camioneta y además era el pretexto perfecto para volver a verlo. Le llamé y aceptó. Quedamos para ese sábado. Ese día pasó por mis cosas, después fuimos por la estufa, ya estando ahí me lleve también unos bancos de cocina y unos burós; me di cuenta que a pesar del tiempo que había pasado no habían remodelado ni arreglado nada, lo que hizo darme cuenta de que lo que no querían es que nosotros siguiéramos en la casa, me sentí decepcionado. Daniel fue tan amable como siempre, me ayudó a subir las cosas y después a bajarlas pero sólo me dejó en mi nueva morada y se fué, dijo que tenía un compromiso.
Así, ese 3 de marzo de 2001 empecé a vivir en la Colonia Obrera. En esos pocos años ya había vivido en Lomas del Tecnológico y en Lomas del Valle. Ese primer domingo en mi nueva casa fui con mis “roomies” al mercado y al super para comprar la despensa de la semana. No negaré que me agradaba el cambio y me entusiasmaba esta nueva dinámica. Lo primero que hice al terminar de instalarme fue ir a contratar la TV por cable, me podía faltar cualquier cosa menos eso.