miércoles, octubre 13, 2021

ME IRIA A VIVIR SOLO, COMPLETAMENTE SOLO

Con el paso de los meses las aguas se calmaron y la señora tuvo que tomar el timón del barco. Como yo ya había trabajado a sus órdenes directas no me costó mucho acoplarme y contar de nuevo con su confianza. Empezó a tomar cursos de dirección y liderazgo, lo que me hizo entenderla un poco como la mujer que vivió toda su vida a la sombra de su marido, quien siempre la demeritó y la hizo sentir menos. 

El junior parecía niño con juguete nuevo tratando de poner en práctica lo que había aprendido en la universidad, en su empresa recién heredada sin saber en realidad lo que estaba haciendo. Para mi él era el responsable de la muerte de su papá pues nadie me quitaba de la cabeza que, si él no hubiera ido manejando ese día, probablemente la historia sería diferente. Desde un inicio me encargué de dejarle en claro con mi actitud que jamás lo vería como jefe,  y al parecer él así lo entendió pues en mi área no se metió. La familia así como llegó empezó a alejarse y todos retomamos las actividades que teníamos, únicamente con la supervisión de los amigos del Junior que ésos sí se quedaron. 

Yo iba avanzando en mis clases de inglés sin embargo llegó un punto en que ya no se iba a abrir el curso siguiente en forma diaria, por lo que le solicité a la señora me permitiera los sábados trabajar en las tardes en lugar de las mañanas. Estaba tan entusiasmada y se veía tan identificada con mis ganas de seguirme superando que aceptó el cambio, empezaría a trabajar los sábados de 2 a 7 de la tarde.

Mi relación con Adriana fue mejorando inversamente proporcional a mi relación con Claudia, con quien cada vez tenía más problemas. Prácticamente una vez a la semana se peleaba con el marido y trataba de ponerme en medio, yo tratando de no tomar partido me mantenía al margen hasta un punto en que la relación se volvió insoportable y tuve que ponerle un alto. Terminamos peleándonos y al recordarme que estaba viviendo en SU casa supe que era hora de irme de ahí, aunque apenas habían pasado 5 meses de estar viviendo juntos.

Mi sobrino nuevo ya había nacido y sabía que volver a casa de mi hermana era impensable por lo que con el apoyo moral de Adriana y con mi “ingreso extra” decidí buscar un lugar por mi cuenta. Empecé a buscar lugares en el periódico y a la hora de la comida iba con Adriana a verlos. Un día me comentó que álguien le había dicho había un letrero de “Se renta” en un lugar muy cercano a la oficina, por lo que fuimos a verlo.

Al llegar noté que el lugar no me era desconocido, ya había pasado muchas veces por ahí y siempre volteaba a verlo por el letrero que había en la planta baja que llamaba mi atención “Club cinegético de Morelia”, siempre me había preguntado qué significaba eso. El lugar en renta estaba en el segundo piso, era un tipo estudio con espacio de recámara-sala-comedor con un espacio para la cocina y un pequeño recibidor. Estaba un poco descuidado y sólo tenía medio baño, el de regadera estaba en la planta baja. La ventaja es que estaba a escasas cuadras de la oficina y del centro, a mis clases de inglés también podía llegar caminando, además de que la renta la podía pagar sin problemas. Pensé que con un poco de pintura y amueblado el lugar no quedaría tan mal, por lo que hice el contrato para rentarlo. Ya podía darlo por hecho, el 15 de Agosto me iría a vivir solo, completamente solo.

jueves, octubre 07, 2021

HABIA MUERTO MI LEALTAD A LA EMPRESA

El día del sepelio parecía que los que se acababan de quedar huérfanos éramos algunos de la oficina, pues estábamos más afectados que la propia familia. Por mi parte no podía dejar de pensar en esa mañana, esa mañana que al salir de mis clases de inglés me llegó de repente el aroma de la loción que usaba del señor, no podía dejar de pensar que quizá justo a esa hora estaba sucediendo el accidente. No podía dejar de pensar en la noche anterior, en la última conversación que tuvimos, en que si no me hubiese regresado a contestar el teléfono no habría hablado con él por última vez. No podía dejar de pensar en que cuando al salir les dije a los compañeros que al día siguiente el señor no iba a estar en la oficina pues se iba al DF con sus hijos, alguien comentó “ánimas que no regrese” en tono de broma sarcástica y todos, incluído yo, nos reímos.
Desde el funeral y el sepelio, al ver a la señora y a los hijos tan relajados, supuse que las cosas en el trabajo iban a cambiar, pero no creí que tan pronto. A los pocos días la oficina se llenó de los familiares de la señora y los amigos del Junior, quienes empezaron a disponer de todo, a cambiar todo, como si quisieran borrar, desaparecer todo lo que recordara al señor. 
A los más cercanos al señor empezaron a relegarnos, a quitarnos actividades. La señora llevó a su cuñado para supervisar las tiendas, lo que hacía Fernando, y a su hermana a revisar las compras y los convenios con los proveedores, lo que hacía Sonia. El Junior llevó a su novia para revisar la nómina y los pagos, lo que hacía yo, y a su cuñada a revisar inventarios, lo que hacía Claudia. También me quitaron la parte de la imagen empresarial que estaba empezando a trabajar con el señor y se la dieron a una compañera del Junior. 
Lo triste es que como ninguno de ellos estaba empapado de todo el movimiento de la empresa, ni siquiera la señora y el junior,  nos preguntaban todo a nosotros. Lo más triste es que el sueldo que les dieron a  todas esas personas era mucho, mucho más alto que el de todos los demás. Al poco tiempo todo se empezó a descontrolar, aquello parecía un pulpo sin cabeza, todos los tentáculos moviéndose por inercia sin que alguien los dirigiera.
Yo me sentía devastado, a la incomodidad de esta nueva realidad en el trabajo se sumaba la pérdida que me había afectado de manera personal más de lo que alguna vez pude haber imaginado. Empecé a cuestionar mi futuro, me empezó a entrar una ansiedad pensando en la muerte, en mi muerte, y un miedo incontrolable de que para ese momento me encontrara solo; pues ya me había separado, físicamente, de mi familia y aun no encontraba el verdadero amor, ese que me acompañaría hasta el final de mis días.
Como siempre en mi practicidad lo que decidí resolver primero fue la parte económica y, como buen pescador, saqué ganancias del río revuelto. Volví a esa práctica ya dejada en el pasado de alterar los recibos de nómina y empezar a hacer mi guardadito. Mi futuro en la empresa se había vuelto incierto, no sabía en qué momento iban a decidir que ya no les era útil, estaba consciente de que se habían acabado los generosos aumentos anuales y el mismo día en que falleció el “pinche viejo mamón” que me había contratado 3 años antes, había muerto mi lealtad a la empresa.