lunes, junio 21, 2021

POCO DURÓ MI CONFIANZA

Ese lunes me presenté puntual, este lugar estaba mucho más cerca de la casa y entraba media hora más tarde que en los trabajos anteriores, todo pintaba súper bien. Ese día éramos tres los nuevos, Diana que iba para secretaria; Roberto, y yo que éramos los que estaríamos a prueba, uno de nosotros sería el elegido. El lugar resulto ser la casa de los dueños, en la parte del frente tenían una sucursal de la tienda y unas oficinas. En una oficina estaba la señora y las dos secretarias, Claudia y Diana, en otra estaríamos Roberto y yo, y en la otra estaba la contadora y su asistente. El señor sólo se paraba por ahí a veces cuando llegaba a comer, no teníamos que verlo a diario, otra buena noticia.
Claudia nos explicó lo que íbamos a hacer. La tienda tenía sucursales en Michoacán y Guanajuato, en total 16, incluyendo las de Morelia. Roberto y yo recibiríamos el sobrante del papel fotográfico que utilizaban en todas las sucursales, y teníamos que revisar que coincidiera con las listas de lo que habían reportado como utilizado y cobrado. Si había diferencias se les cobraban a los empleados por lo que había que ser meticuloso. Yo iba a revisar las tiendas foráneas pues mandaban información una vez a la semana, lo que me daría tiempo para realizar los reportes que mes a mes se le entregaban al señor, yo iba a hacer esos reportes ya que tenía estudios de computación. Roberto haría lo propio con las tiendas locales, que enviaban información diariamente.
El trabajo era sumamente sencillo, pero rudimentario; todo se hacía a mano, hasta los reportes. Como Claudia y yo congeniamos desde los primeros días, le pedí que me prestara su computadora para hacer los reportes. Al finalizar julio tuve mi primer junta con el señor, para presentar resultados. Le entregué los reportes ya hechos en computadora y hasta unas gráficas. Con la indiferencia de siempre apenas y vio mi trabajo y me dijo con su risa burlona que estaban bonitos mis dibujitos. Aguantándome el coraje por sentirme de nuevo menospreciado, le dije que si podían darme una computadora para que ya hiciera todo así, que sería más rápido, me dijo que luego lo veíamos. Le comenté también lo que me había dicho del incremento, ya había pasado más de un mes, me dijo también que luego lo veíamos.
Nuevamente con sentimientos encontrados, sentí que ese había sido mi examen y que, a pesar de lo inexpresivo del señor, lo había pasado. Estaba confiado en que me iban a elegir a mí, que era yo el que se iba a quedar. Además tenía el apoyo de Claudia, aprovechando que cuando me lo proponía podía ser encantador,  me había empeñado en hacer buenas migas con ella ya que era la de más antigüedad y fungía de las veces de encargada de la oficina, cuando no estaba la señora. 
Un día al llegar a la oficina me encontré con la sorpresa de que ya tenía una computadora en mi escritorio, al parecer mi trabajo si le había convencido al señor. Mi sorpresa creció al llegar esa quincena y ver en mi nómina un incremento, aunque el importe no era mucho para mi lo importante es lo que representaba, estaba haciendo las cosas bien. Claudia posteriormente nos informó que íbamos a quedarnos Roberto y yo, que el señor había decidido que yo iba a ser como una especie de encargado, Roberto me entregaría sus resultados y yo se los presentaría. Las cosas no podían ir mejor. Le agradecí a Dios y juré que iba a portarme bien esta vez; que le iba a echar ganas; que cuidaría mi trabajo para durar años; que iba a contener mis arranques, mis impulsos; que soportaría las groserías y desplantes del señor; que me iba a quedar callado cuando tratara de regañarme. Demasiadas promesas para tenerlas presentes, y sobre todos cumplirlas.
Con los meses formamos un buen equipo, Roberto y yo teníamos muchas cosas en común, nos gustaba la misma música, él era de Guanajuato y me contaba del lugar donde nació, una comunidad alejada de la civilización, similar a donde había nacido yo, nos hicimos amigos después de haber estado en competencia. Claudia a veces podía ser muy intensa y tomar muy en serio su papel de encargada, por lo que a veces chocaba con Roberto y con Diana, yo era el que quedaba mediando. 
Al Volver de comer Diana tenía la costumbre de preguntarme ¿Qué me trajiste? Yo le entregaba, en tono de broma, la envoltura del hall´s que traía en la boca, un recibo o cualquier cosa que trajera a mano; un día le entregué un boleto del camión. Pocas horas pasaron antes de que ya se había hecho un escándalo en toda la oficina, y la tienda. Claudia llegó y me dijo que ya se sabía que Diana me gustaba. Yo sin entender de que hablaban mandé a Roberto a investigar. Todo había sido por lo del boleto que le di.
Resulta que existía la costumbre de que, si al sumar la numeración que traía el boleto el resultado era 21, le podías dar ese boleto a quien te gustaba y con eso la persona que lo recibía estaba obligad@ a darte un beso. El boleto que le di a Diana al parecer sumaba 21. Le dije a Roberto que no tenía ni idea de eso, en mi pueblo no había camiones, ¿Cómo iba  a saber de esos rituales de apareamiento?. Me dijo que se lo aclarara a Diana pues estaba entre halagada y ofendida, pues tenía novio. Le aclaré las cosas a Diana pero nunca, durante el tiempo que trabajamos juntos, pude quitarle de la cabeza la idea de que me  gustaba y le había pedido un beso, cosa que posteriormente utilicé a mi favor.
Con la tranquilidad de tener un trabajo estable y un sueldo quincenal, empecé a atender mi vida personal. Al pasear por los portales llenos de ambulantes me había encontrado con varios puestos de periódicos, puestos en donde ya había visto revistas de “esas”. Un domingo armándome de valor repetí la técnica aplicada años antes cuando compré mi primer revisar porno; me paré en un puesto a ver todas las revistas, esperando que no hubiera nadie alrededor y me compré una que guardé inmediatamente en mi mochila. Era tiempo de buscar a otros como yo, era tiempo de buscar pareja. Confiaba en que con el tiempo iba a encontrar el valor para confesarle a Lis mis preferencias; confiaba en que por el tamaño de la ciudad aquí iba a ser más fácil conocer a alguien; poco duró mi confianza.

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