viernes, junio 11, 2021

AHÍ TE VES, YO ME VOY!

Los meses pasaban y yo seguía sin encontrar trabajo, cómo iba a encontrarlo si ya ni lo buscaba. La llegada de Lu no me había obligado a salir de mi letargo, de mi apatía, no había resultado como pensaba. Mis papas empezaron a preguntar cómo iba en la escuela, cuánto me faltaba para terminar. Me dijeron que si no encontraba trabajo pronto, me iba a regresar con ellos. El negocio iba bastante bien y yo les podía ayudar, o bien trabajar de nuevo en la refaccionaria e ir a San Cristóbal sólo a hacer los exámenes. Ahora que estaba Lu ahí yo ya no hacía gran cosa en la casa; ella, que si tenía motivo para permanecer ahí, podía cuidar a mi sobrino. Sabía que el engaño ya no iba  a durar mucho.

Pasé noches pensando qué hacer, buscando una solución. En ese tiempo conocí el insomnio, a veces no dormía nada, o me quedaba dormido a la seis de la mañana cuando empezaba a salir el sol. Con todo y que ya había pasado mucho tiempo yo aún no me sentía bien, seguía pensando demasiado en lo que había dejado, temía que al no estar lo suficientemente alejado de casa, tarde o temprano me iba a rendir y me iba a terminar regresando. Por las noches, insomne, pensaba que al día siguiente iba a cambiar, me iba a levantar e iba a salir a buscar trabajo, iba a dejar la pereza, la desidia, iba a poner manos a la obra. Al despertar, todo se me había olvidado y no hacía nada de nuevo.

No sabía bien lo que quería, pero sabía que lo que tenía ahí no era. Un día iba en el transporte cuando vi a un señor subirse con una niña, por lo que escuché era su sobrina e iban tan contentos a dar la vuelta al centro. Me acorde de mis sobrinas de Morelia, recordé lo divertido que era cuando iban de visita en nuestra niñez. Recordé todas las expectativas que tenía cuando me fui a San Cristóbal, todos los planes que hice cuando decidí empezar con lo de la prepa abierta y a buscar trabajo. Ya me imaginaba trabajando, yendo los fines de semana a visitar a mis papás, divirtiéndome con mi sobrino, que era el único que tenía cerca, llevándolo al parque, al centro a dar la vuelta.

La relación con mi sobrio no era la ideal, me había empeñado tanto en que me viera como una figura de autoridad, me había esforzado tanto en que me respetara y me obedeciera que había olvidado que mi papel era el de tío, no de papá. A base de gritos y castigos había conseguido que mejorara su comportamiento y aprovechamiento en la escuela, el precio era que ahora me veía no como tío, sino como tirano. Con Lu la cosa era diferente, con ella todo era risas, diversión, a ella la abrazaba, con ella era cariñoso, con ella veía películas, a mí me temía. Pensé que quizá y hasta estarían mejor sin mí.

Por esas fechas me entere que mi hermana mayor, la que también vivía en Morelia, se mudaría con su familia a otro estado. Lis se quedaría con su esposo y su bebé recién nacido en la casa de mi hermana mayor, no les cobrarían renta. Esa era mi oportunidad. 

Cuando Lu volvió, o la obligaron a volver, contó de una escuela en Morelia que era una especia de internado donde había casas para que los estudiantes vivieran. En ese tiempo el romance con Sergio apenas empezaba, la ilusión estaba en su apogeo, en ese tiempo yo no quería irme, ahora ésta parecía ser la solución.  Antes de cualquier cosa le dije a Lu que quería irme a Morelia, al haberle insistido tanto en que se fuera conmigo a San Cristóbal me sentía mal por ahora decirle que me quería ir, que iba a dejarla sola otra vez. Supongo que se puso triste pero, orgullosa como ha sido siempre, no me dijo no me fuera.

Una tarde le hablé por teléfono a Lis. Le dije que ya no quería estar ahí que quería irme con ella. Como tenía que ser convincente le conté que tenía meses buscando trabajo y no encontraba, que quería ver lo de la escuela esa que era como internado, hasta le platiqué que ya en ocasiones me había pasado por la cabeza la idea de desaparecer, de irme para siempre, pero del mundo. Me dijo que tenía que consultarlo con su marido, que le llamara en una semana. Qué tiene que consultar con el marido, ni que la casa fuera suya, pensé.

A la semana siguiente le llamé. Me dijo que sí. Que me podían dar techo, pero que en cuanto llegara iba a tener que buscar trabajo porque su situación no era tan buena como para mantenerme.

Después del si no escuché nada más, no me interesó nada más. Finalmente me iba a ir a Morelia, al fin podía decirle a Chiapas, y a todos sus habitantes: Ahí te ves!, yo me voy.

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