martes, octubre 31, 2006

No hay plazo que no se cumpla...

Hace más de dos meses, cuando compramos los boletos, me parecía una eternidad lo que faltaba para verlo. Pero el día se llegó el 21 y 22 de Octubre lo tuve frente a mi, me hizo vibrar de emoción, me hizo temblar, me hizo gritar, me hizo casi llorar. El sábado acudímos con 4 horas de anticipación a la cita, pero como no pudimos tenerlo lo cerca que nos habría gustado, decidímos que el domingo nos iríamos más temprano, así que el domingo, sin importarme el no comer, el que el sol me quemara o lo temprano que me tuviera que levantar en domingo, estuvimos esperándolo desde las 2 de la tarde, aunque había quedado de llegar a las 9.
Y la espera valió la pena, los apretones, las horas de pié, los pellizcos, los codazos y una que otra mentada de los envidiosos que estaban atrás, todo valió la pena; pues el domingo lo tuve frente a mi, estuve en segunda fila y pude verlo, pude escucharlo, pude sentirlo.
Esta fue una de esas experiencias que no se olvidan, de esos momentos que uno guarda en esa caja de los recuerdos agradables para revivirlos una y otra vez, para recordar cada detalle, cada sonido, cada aroma, cada palabra.
Y eso que al principio, cuando mi nene me sugirió comprar boletos para los dos días, tenía mis reservas, y hasta el sábado cuando se terminó el primero dudaba en aguantar el pasar de nuevo por eso, digo si siento que me falta el aire hasta en una combi llena de gente, incluso hasta el domingo cuando estaba bajo el sol con sed y hambre, me preguntaba si en verdad valía la pena, pero ese mismo domingo, después de terminar el segundo, me sentí contento de haberle hecho caso a mi nene y haber comprado boletos para los dos días, porque esta experiencia es una de las mejores que he vivido en mi existencia, y si antes de verlo en vivo lo admiraba, ahora lo idolatro y sobra decir que desde ese día lo único que escucho es la música de Robbie Williams, hasta que me aburra claro está.

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