martes, marzo 16, 2021

"Niño" Problema

Y así, a mis 14 años ya estaba en prepa. Aun no descifraba qué pasaba conmigo, pero ya tenía que decidir a qué me quería dedicar el resto de mi vida. Las cosas en mi casa no mejoraban. Mis padres seguían en el pueblo, esas vacaciones de transición entre la secundaria y la prepa estuve con ellos y costó mucho hacerme a la idea que tenía que continuar con mis estudios. Sobre todo porque yo no estaba convencido al 100 de mi decisión. En ese tiempo yo quería ser maestro, en la escuela normal estudiabas 6 años y salías con un título y un trabajo asegurado, la prepa eran 3 años y después otros tantos estudiando una carrera, yo no quería esperar tanto y aparte no sabía lo que quería estudiar. Finalmente, mi cuñado mayor opinó y les vendió la idea a mis padres que la carrera magisterial no era buena opción. Con el argumento de que los maestros se la pasaban en huelgas y marchas, además de que al terminar me podían mandar a algún pueblo alejado de ellos; mis padres me convencieron de estudiar la prepa y yo, como niño bueno, obediente y queda bien, acepté lo que ellos indicaron.

Mi hermano, con todo y que ya había terminado su relación con la mujer de mala reputación, seguía ignorándome. Mi hermana “sin oficio ni beneficio” era el dolor de cabeza de mis padres, y yo era el que cargaba con todas sus expectativas, nada de presión para un adolescente desubicado, que no sabía lo que hacía y se sentía fuera de lugar en un grupo donde todos eran uno o dos años mayores.

El primer día de clases me encontré con la sorpresa de que Javier, mi amigo agregado de la secu, estaba en mi grupo. Era la única cara conocida, pero la que menos quería ver por los siguientes años, por lo que no hice ni el intento de acercarme a él. Al pasar los meses empecé a hacerme de amigos. Con la desilusión que viví con Alejandro y al ver que ya tenía novia y seguía con su vida, yo hice lo mismo. La atracción por los de mi género en lugar de disminuir aumentaba, por lo que decidí volver al juego de no ser yo, para poder aprovechar a los prospectos potenciales con los que podía jugar. Desde que había descubierto la masturbación tenía esta cosa de fantasear con personas conocidas, que iban desde el chofer del microbús, algunos de mis compañeros y uno que otro profesor. Cuando eran personas con las que no tenía trato, me gustaba averiguar sus nombres para repetirlo en mis sesiones de amor propio. Aun no tenía claro lo que significaba el sexo, lo que me excitaba a esa edad era la idea de poder ver, tocar o volver a sentir lo que Alejandro me había provocado en la secundaria con sus acercamientos.

El juego de la secundaria seguía vigente en la prepa, los chavos se tocaban, se decían cosas, se albureaban y yo pronto me integré con las mismas intenciones de antes, mientras todos jugaban a ganar, yo jugaba a que me molestaba perder.
Esta fue la parte fácil de la integración, la difícil fue el cambio de horario. Durante 3 años me acostumbré a levantarme tarde y ahora que tenía que entrar a las 7 de la mañana, el cambio se me estaba complicando. Por otro lado estaba el transporte, a la secundaria llegaba caminando en 10 minutos, la prepa estaba más lejos, se podía llegar caminando pero para eso me tenía que levantar más temprano. La opción era el transporte de la escuela, que siempre iba atascado.

Otra cosa eran las materias, en la primaria y la secundaria nunca necesité de mucho estudio, bastaba con poner atención en las clases para sacar buenas calificaciones en los exámenes. Ahora se me dificultaba enormemente poner atención, primeramente por que el levantarme temprano me traía con sueño todo el día, y segundo porque yo estaba más ocupado poniéndole atención a todos los chavos que me gustaban, y a algunos maestros. Como al bigotón de física que usaba botas y jeans blancos ajustados que me hacían tener malos pensamientos, ése que no podía pronunciar la “s” y que al sonreír movía de lado su bigote sexy.

Una mañana en el transporte me encontré con Valdemar, un compañero de la primaria que vivía cerca de la casa y ahora estaba en la misma prepa, aunque en diferente grupo. Platicamos y quedamos en acompañarnos a la entrada y salida. Así lo hicimos un tiempo hasta que un día que el microbús iba llenísimo nos tocó ir casi colgados de la puerta, yo me subí y el atrás de mí. Las circunstancias se prestaron para que con el movimiento del microbús quedáramos prácticamente “acoplados”. El apenado me dijo que no se podía hacer más para atrás,  yo me mostré comprensivo y, disimulando lo bien que la estaba pasando, le dije que estaba bien. Después hice todo lo posible para repetir lo de ese día, como nunca alcanzábamos lugar para ir sentados, buscaba la forma de quedar frente a el y pegármele lo más posible. Supongo que en algún momento se dio cuenta que ya no era tan accidental el que me pegara a él y dejamos de acompañarnos. Yo que ya tenía los ojos puestos en alguien más, no lo volví a buscar.

Me había hecho amigo de Sergio y Octavio, eran dos chavos que habían estado juntos en la secundaria y eran amigos desde entonces. Sergio era un niño bien portado, era hijo de un maestro que me había dado clases en la secundaria, no decía groserías, se involucraba en los juegos pero a la vez se mantenía al margen. Octavio era lo opuesto, usaba el cabello largo, era rebelde, ya tomaba, compraba los trabajos, era el chico malo que todas las niñas querían de novio. Mi interés era Sergio, me recordaba un poco a Alejandro y eso lo hacía irresistible para mí. Como ellos siempre estaban juntos, los demás decían que eran novios, y yo que me la pasaba todo el tiempo posible con ellos, y cuando se salían de clases me salía con ellos, fui el que “andaba” con los dos, y así me trataban. Que lo hiciera Sergio no me molestaba, pero a Octavio si le mostraba un poco de rechazo.

El primer semestre lo terminé como pude, como ya tenía edad para ser responsable y mis padres estaban muy ocupados con mi hermana, la oveja descarriada, a mi seguían sin ponerme mucha atención y menos a mis calificaciones. A estas alturas ya agradecía que no se metieran conmigo y que no estuvieran en casa, así podía ir con Sergio y Octavio a las primeras fiestas. Y así no se dieron cuenta de que yo, el inteligente, el niño bueno, el bien portado, había reprobado una materia por primera vez en su vida. No me preocupé pues los compañeros dijeron que si en segundo semestre pasaba la materia todo estaría bien, además no fui el único que reprobó así que no debía ser tan grave.

Tampoco se dieron cuenta de que estuve a punto de reprobar hasta educación física, de no haber sido por aquel incidente en que el profesor (que también había estado en algunas de mis fantasías) me obligó a participar con los demás hombres en los ensayos para el desfile del 20 de noviembre. Yo le dije que no quería participar, él amenazó con reprobarme si no lo hacía. Así que cuando me obligó a subirme a los hombros de un compañero para ejecutar una pirámide, me deje caer de cara rompiéndome la nariz y llenándome de sangre.  El pobre maestro, al pensar que aquello había sido un accidente provocado por haberme obligado a participar, me pasó la materia con 10 con tal que no lo acusara.

En esas vacaciones de fin de año empecé a trabajar. Mi hermano había trabajado toda su vida en el negocio de unos tíos y en esas vacaciones la prima que trabajaba con él fue a buscarme para ofrecerme trabajo. En cuanto se los dije a mis padres me dijeron que tenía que ir, así tendría algo que hacer en esas vacaciones y ganaría unos pesos, esto último me interesó.
Para el segundo semestre Sergio y Octavio ya tenían novia, ahora el tiempo libre la pasaban con ellas y a mí me dejaron abandonado. Pasó poco tiempo antes de que alguien más se me acercara. Estaba otro grupito, Jorge Alejandro, Alejandro y Alexaín, que también se conocían de la secundaria por lo que ahora se la pasaban juntos. 

El primero que se me acercó fue Alexaín, aunque no era feo y no me molestaba que, los días de deportes, me presumiera el bulto que se la hacía en los pants; no se parecía a Sergio y eso me impedía seguirle el juego; además de que no era nada discreto y eso de que anduviera contando dónde le ponía la mano cuando estábamos solos, era algo vergonzoso.
Después se unió Alejandro de Jesús, este chavo era más serio, me molestaba estando en  bolita pero cuando nos quedábamos solos, me trataba totalmente diferente. Eso me gustó y empecé a pasar tiempo con él. Algunas veces que nos fuimos juntos a la salida, repetí con él lo de Valdemar. Un día mientras mi mano estaba rozando “por accidente” su pantalón, su mano rozó “por accidente” mi trasero. La cosa se puso demasiado real, lo que me asustó y le reclamé, él me dijo que entonces yo tampoco lo manoseara, cosa que ya no volví a hacer.

El último en acercarse fue Jorge Alejandro (ya sé, algo había con los Alejandros), era el más gordito y menos agraciado de los tres, pero era el que más cosas me hacía sentir. Él era un poco más atrevido que los otros y supongo que era el que más disfrutaba la atención que yo le daba. Al principio el juego era que él me abrazaba, me tocaba las nalgas, se pegaba a mí y yo fingía molestia para que él o los demás no se dieran cuenta de que me gustaba, hasta que no hubo necesidad de fingir. En las últimas clases del día se sentaba atrás de mí y mientras el maestro daba clase, él me tocaba por atrás y cuando volteaba a verlo se agarraba la entrepierna y me decía si quería, yo lo golpeaba en la pierna. Una de esas veces que iba a golpearlo en la pierna tomó mi mano, se la puso en la entrepierna, y le dijo a los otros que yo se la estaba agarrando. La sensación me gustó tanto que no me importaron las risas de los demás. Ese día traspasamos una barrera y dejó de importarme lo que los compañeros dijeran cuando él se sentaba en la paleta de mi silla y yo recargaba mi cabeza en su pierna, o cuando yo estaba hablando con alguien y el pasaba me abrazaba o me agarraba una nalga, todo era de lo más normal y se sentía muy bien.

Octavio tenía problemas en su casa por su mal comportamiento y empezó a tenerlos en la escuela. Se ausentaba por días y cuando llegaba lo hacía tarde y a veces con aliento alcohólico, ya se había peleado con chavos de otros grupos y hasta con maestros. Sergio, como niño bueno, se alejó de él para que no lo embarrara en sus problemas. Octavio se empezó a acercar más a mí, me platicaba sus problemas en su casa, en la escuela, con su novia. Con el trato me empezó a ganar y dejó de molestarme que me abrazara, o que hiciera lo mismo que Jorge Alejandro, me decía que tenía derecho de antigüedad.

Un día estaba con Jorge Alejandro cuando llegó Octavio, entre bromas empezó a reclamarle a Jorge Alejandro que no se metiera conmigo y tal. Como Octavio iba tomado las bromas estúpidas se convirtieron en insultos reales y se fueron a los golpes. Octavio golpeó a Jorge Alejandro y le hizo sangrar la nariz. Yo me sentí culpable, como si realmente la pelea hubiera sido por mi culpa, pero Octavio tenía problemas de verdad, que le ganaron la expulsión de la escuela. No lo volví a ver.

El semestre iba llegando a término y yo, por andar disfrutando de mi “romance” con Jorge Alejandro, me olvidé por completo de las clases. No supe cómo pero la materia reprobada la volví a reprobar, ahora tenía que presentar un extraordinario. No me preocupaba dejar la escuela, ya hasta me había hecho a la idea, finalmente seguía trabajando. Me preocupaba más que mi padre descubriera la razón por la cual había reprobado, la cosa con Jorge Alejandro ya había durado mucho para ser un simple juego y en algunas ocasiones ya me había sugerido que nos viéramos después de la escuela, en otro lugar, solos...lo cual me atemorizaba. 

Se terminaron las vacaciones de fin de semestre, ya era tiempo de volver a la escuela, no me quedó más que confesarle a mis padres que había reprobado y ya no había nada que hacer. Para mi  sorpresa no lo tomaron tan mal, mi padre como siempre no dijo nada. Mi madre dijo que iba a tener que trabajar, ahora de tiempo completo.

El trabajo no me molestaba, lo que hacía no era pesado y me llevaba bien con los compañeros. Eso era mejor que ir a esa escuela en donde nunca encontré mí lugar, lo único que extrañaba era a Jorge Alejandro, pero me convencí de que había sido mejor así.

Tiempo después, cuando ya estaba en otra escuela, a la salida mientras esperaba el transporte vi a Alejandro de Jesús y a Jorge Alejando sentados en una banca del jardín principal. Me vieron y me hicieron señas para que me acercara, yo no fui. Yo ya estaba en otra etapa, yo ya estaba curado y no quería ni acordarme de las cosas que había hecho antes, yo ya había vuelto al buen camino y había dejado de ser “niño problema”.

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