lunes, marzo 15, 2010

Acuérdate de Acapulco...

Y es que yo nunca lo podré olvidar, ni aunque quisiera hacerlo. Debo confesar que tenía mis reservas acerca de hacer un viaje a la playa, y es que pensaba que me iba a aburrir, la idea de que hubiera nada más que playa y mar me hacía pensar que íbamos a estar un rato en la playa el primer día y que después nos la pasaríamos encerrados en el cuarto, y sólo viendo la TV. Pero no podría estar más equivocado, llegamos el domingo muy de mañana y desde ese momento presentí que sería un viaje inolvidable y maravilloso. Fuimos al hotel a dejar la maleta y nos salimos a caminar, y desde ese momento, desde que escuché el sonido de las olas, desde que vi el mar pintado con los colores del amanecer surgió un amor entre nosotros que creo va a durar toda la vida. Nos sentamos un momento en la playa a contemplar la salida del sol y cuando fue tiempo para que estuvieran abiertos los restaurantes fuimos a buscar donde desayunar. Se nos atravesó el Planet Hollywood y decidimos desayunar ahí, el lugar está lindo pero la comida deja mucho que desear. Saliendo de ahí nos fuimos al Princess, sabíamos que el torneo de tenis había terminado el día anterior pero aún así teníamos la esperanza de encontrar mínimo algún evento alusivo al torneo, pero no fue así ya estaban desmantelando el lugar y lo único que encontramos fue a los recogedores de basura y a los tipos quitando los stands. Pero ya que estábamos ahí y que el lugar estaba un poco lejos de nuestro hotel, nos quedamos en la playa a disfrutar un rato del sol, le llaman Acapulco diamante, pero a mí no me pareció lo mejor de Acapulco. Lo divertido al menos para mí, es que de regreso al hotel no me quise quedar con las gana de traerme un souvenir y cometí un acto de vandalismo, y es que arranqué un afiche del abierto con la imagen de mi adorado Almagro, bajo la mirada atónita de mi PP que me retó y pensó que no me iba a atrever, pero si no me detuvieron ni los alambres que sostenían el afiche, tampoco me iban a detener sus súplicas de que no lo hiciera, al ver que si me estaba atreviendo. Regresamos a nuestro hotel para comer y después bajamos a la playa del hotel, mi PP se quedó en la alberca mientras yo lo veía desde mi camastro, aún incrédulo de lo lindo del lugar y disfrutando de mi primer atardecer en la playa. Subimos al cuarto a descansar un rato y a asearnos y después salimos a caminar por la costera, regresamos al hotel a cenar y subimos al cuarto, nos quedamos un rato en la terraza del cuarto contemplando el mar de noche y lo bello del paisaje con todos los hoteles iluminados contrastando con la oscuridad e inmensidad del mar. Ese y los demás días nos dormimos con la puerta de la terraza abierta, arrullados por el sonido las olas y despertándonos con los primeros rayos del sol.


El lunes después de desayunar nos fuimos a La Roqueta, tomamos esos yates que te llevan de recorrido por las casas de “las estrellas” y terminan en la isla, ahí tomamos un recorrido que nos llevó a snorkelear por la orilla de la isla; estuvo increíble el ver cantidad de peces y plantas acuáticas, sobre todo porque el guía que me tocó atrapó un erizo y me lo dio para darle de comer a los peces, así que por unos momentos me vi rodeado de cantidad de peces de todos los tamaños y colores que comían de mi mano, estuvo tan bien que hasta se me olvidó el miedo que le tenía al mar y el que no sé nadar. Ahora sí que me sentí como pez en el agua. Después del tour nos tiramos en la playa a esperar que llegara el yate para regresarnos. Regresamos al hotel a comer y bajamos de nuevo a la playa del hotel y a la alberca, ese día disfruté de mi segundo atardecer en la playa. Ese día después de cenar salimos a caminar por la orilla del mar, el mar estaba un poco picado y había olas enormes que de pronto nos alcanzaban y nos mojaban los pies. Fue una experiencia inolvidable.

El martes el mar amaneció aún más picado y en la playa del hotel pusieron la bandera roja, así que no nos pudimos meter y sólo nos quedamos en la playa viendo un desfile de mantarallas que merodeaban por la orilla del mar y a los cangrejos que se aferraban de las rocas para que las olas no los tiraran. En la tarde fuimos a comprar souvenirs para la familia y a dar nuestra última caminata por la costera y por la playa. Regresamos al hotel hicimos las maletas, nos aseamos y salimos rumbo a la central, dejamos la maleta y nos fuimos a conocer el centro de la ciudad. Nos sentamos por última vez en una banca frente al mar para despedirnos de él hasta que llegó la hora de regresarnos a la central.

Este viaje fue un sueño, todo salió bien, me encantó todo, el hotel, la playa, el mar, me encantó Acapulco, me atrevo a decir que es ya uno de mis lugares favoritos y que haré todo lo posible por volver todas las veces que sea posible. Por primera vez no me incomodó el calor, ni el estar todo el día sudando, ni el que la humedad arruinara mi cabello, y para que eso no me importara es porque había cosas más hermosas que distraían mi atención. Y es que, como le dije a mi PP, yo podría quedarme todo el día en un camastro haciendo más nada que ver el mar, y no me aburriría.

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