La vida se va

La primera vez que lo ví tenía 5 meses cumplidos, era un bebé hermoso, regordete y de risa fácil. Vivimos juntos algunos años y durante esos años me tocó estar en muchos gratos momentos, recuerdo cuando se subió a la andadera, tomaba un matamoscas y lo utilizaba como una extensión de su brazo para alcanzar las cosas que le quedaban demasiado lejos o demasiado alto, sobra decir que con dicho artefacto hizo muchos destrozos, entre ellos algunas de mis lociones.

Aun cuando ya no vivíamos juntos lo visitaba mínimo una vez a la semana, era un niño muy agradable, muy simpático, muy inteligente, muy cariñoso y muy educado, es el único de mis sobrinos que me llama Tío. Le gustaba mucho ir al Mc'donalds y yo lo llevaba cada vez que podía, también me lo llevaba al cine cuando había alguna pelicula que quería ver, la verdad nos la pasábamos muy bien juntos. Pero todo se acabó cuando se fueron a Hermosillo, me dolió tanto, más de lo que me imaginé, me hicieron mucha falta hasta que no me quedó de otra que acostumbrarme.

La semana pasada ese bebé al que cargué tantas veces en su cangurera, ese bebé al que le limpié los mocos, al que le hice cosquillas en la panza cuando quería llorar, ese bebe al que nunca le cambié los pañales (ew!), me mandó un mensaje desde su celular para avisarme que fue su graduación por su salida de primaria. Tan rápido se pasa el tiempo que parece que fue ayer que me despertaban sus berridos en la madrugada, y ya es casi un adolescente.