martes, junio 10, 2008

One more time.

El pasado domingo 1 de Junio a las 10:30 de la noche estaba en un autobús en la central del norte del D.F.; me acababa de despedir de mi PP que tenía que tomar otro autobús para irse al lugar en donde está trabajando ahora. El autobús partió y pude verlo desde la ventanilla parado en los andenes, cuando me vio me dijo, nos dijimos adiós.

Entonces empecé a tener esa sensación tan conocida: un hueco en el estómago, una opresión en el pecho y un nudo en la garganta. Nudo que se iba deshaciendo con cada lágrima que caía de mis ojos, pero esta vez no me contuve, esta vez me puse flojito, me dejé ir y empecé a llorar.

Pero no estaba triste, esta vez no me sentía mal, el llanto no me dolía, al contrario me aliviaba, se sentía bien. Tenía tantas cosas en la cabeza, sentía tantas cosas al haberlo visto ahí despedirse de mi, al recordar todas las cosas que vivimos e hicimos ese fin de semana, al voltear dentro del autobús y ver que iba rodeado de su familia, que ya se ha convertido en la mía, a mi lado venía uno de los sobrinos, en los asientos de adelante venían otros dos y en los de al lado venían la suegra con otro de los sobrinos y la más pequeña cargada en sus brazos.

Y me sentí tan contento, tan dichoso, tan afortunado, tan agradecido, que obedeciendo a un impulso le mandé un mensaje para decirle lo que estaba sintiendo, lo que estaba pensando, lo que me estaba pasando y su respuesta no hizo otra cosa más que hacerme sentir más feliz aún.

Y así, de pronto, de repente, me encontré llorando, otra vez, de felicidad, de gratitud, por todo lo que estoy viviendo, por el giro que han tomado las cosas, por todo lo que me está pasando y que yo me había hecho a la idea de que nunca me iba a pasar, por todo lo que tengo y creí que nunca iba a tener.

Y lo entendí, entendí la verdadera proporción de las cosas, y me di cuenta de que no es tan grave, que una mala racha no es el fin del mundo, entendí que es más lo que tengo que lo que me falta y que es mucho mejor lo que tengo que lo que deseo tener.

Y el llanto me tranquilizó, me hizo aterrizar, ver mi realidad y darme cuenta de que tengo muchos motivos para ser feliz, que tengo muchas cosas que agradecer, que tengo muchas cosas por las que me debería de relajar y empezar a disfrutarlas.

Y lo más importante, me di cuenta de que he tomado las decisiones correctas, que las cosas negativas, que los malos ratos, que todo, TODO, vale y ha valido la pena por el presente, por el hoy, por tener motivos para llorar de felicidad.

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