martes, junio 08, 2021

ESO LE PASA A LOS MATA GATOS

Desde que mi hermana lo llevó a la casa para presentarlo con mis papás y decirles que se iban a casar, el tipo nunca me cayó bien, en buena parte influenciado por lo que mis papás decían de él. No había ni terminado la carrera, de hecho ya no la estaba estudiando. Su pasión, según decía, eran las ventas. Para él las ventas consistían en ir al DF por un poco de fayuca y venderla entre sus conocidos. Aparte era muy meloso, siempre andaba abrazando, hablando con diminutivos, a nosotros que somos secos como cactus, eso nos sacaba de onda. A mi de vez en cuando me llevaba un regalo, y por eso lo toleraba. Hasta el día en que murió mi gato, Chester.

Mi hermana y él habían ido a la casa a pasar con nosotros las navidades. Esa noche iríamos a casa de mi abuela a saludar y a dar el tradicional abrazo navideño a tíos, primos y abuelos. El no quiso ir por lo que se quedó solo en casa. Antes de irnos estuve buscando a mi gato sin éxito. Era aún un cachorro y por las noches lo encerraba para que no se escapara y lo envenenaran, como lo habían hecho ya con tantos otros. 

Al volver de casa de la abuela seguí en la búsqueda de mi gato, al ver mi angustia mi papá y mis hermanas se unieron a la búsqueda; hasta que mi papá lo encontró en la pila del agua, ahogado, flotando. Lloré, lloré y lloré. Para mi ése no era un gato más, r
ecién había visto por primera vez el especial de navidad de Garfield, mi dibujo animado favorito, por la TV; había llorado con Chester en mi regazo en la parte donde la abuela llora recordando al abuelo ya fallecido, con Garfield en su regazo.

A la mañana siguiente, mi tristeza por la muerte de mi gato era el tema en el desayuno. Al escucharlo mi cuñado comentó “Ah! Con razón escuché un golpe en la ventana, yo creo quiso entrar y al estar la ventana cerrada se cayó al agua”. Había sido un desafortunado accidente, era un consuelo pensar que al menos a éste no me lo habían envenenado. Ya me había tocado ver cómo morían cuando los envenenaban, llegaban a la casa maullando, casi gritando pidiendo ayuda, echando espuma por la boca, chocaban contra las paredes, contra los muebles, yo los tenía que encerrar pues con la desesperación se ponían agresivos, los ponía abajo de una caja y me quedaba con ellos, llorando hasta que finalmente dejaban de maullar. Al menos éste quería pensar que no sufrió.

El fulano debió de haberse callado hasta ahí, pero siguió: “Creo que después escuché el chapoteo en el agua y los maullidos, pero no me imaginé que fuera aquí”. ¿No se lo imaginó? si escuchó el ruido ¿Le costaba mucho levantarse y ver qué era? Si lo hubiera hecho podía haberlo salvado y ahora estaría jugando con él, no pensando en donde lo iba a enterrar.

Mi hermana se dio cuenta de lo que su impertinente marido acababa de decir y volteó a verlo con cara de ¡ya cállate!, mientras yo lo volteaba a ver con mirada fulminante.Él supongo que interpretó las miradas y me abrazó diciendo que lo sentía, yo me solté y le dije que no quería volver a verlo. Para mi él había dejado morir a mi gato, era lo mismo que si lo hubiera matado. Durante los días restantes que estuvieron en la casa de vacaciones no volví a dirigirle la palabra, por mucho que hizo para congratularse conmigo, hasta sugerir que me iba a comprar otro gato, WTF! no respetaba ni mi duelo. Esa había sido la última vez que lo había visto, hasta ahora que lo tenía frente a mí.

Le dije que mi hermana no estaba, que yo me hacía cargo de mi sobrino. Me dijo que la iba a esperar. Ese día él fue por mi sobrino a la escuela y al regresar me dijo que ya mi sobrino le había platicado como estaban las cosas. Me dijo que ahora las cosas iban a cambiar, que ya no íbamos a estar solos, que iba a hablar con mi hermana para decirle que iba a quedarse. Me platicó de todos los planes que tenía, que iba a retomar sus estudios para terminar la carrera, que hasta podía ayudarme a mi con la escuela, me dijo lo bien que nos íbamos a llevar ahora que viviríamos juntos. 

El fin de semana llegó mi hermana y si mi sorpresa fue mucha, la suya fue mayúscula al abrir la puerta y encontrarse con el fulano sentado en la sala. Se fueron al cuarto a hablar, después salieron y se fueron juntos a la calle. Por sus caras noté que algo no estaba bien, él iba muy sonriente y ella se veía incómoda, yo no creía que mi hermana dejara que él se quedara, pero el que existiera una mínima posibilidad me inquietaba. Al volver la expresión de mi cuñado había cambiado. Siempre no se iba a quedar. Recogió las pocas cosas que aún había de él en la casa, incluyendo una chamarra blanca que me gustaba mucho y ya me había adueñado. Le dijo a mi sobrino que tenía que irse otra vez, que iba a llamarle y estar al pendiente de él, lo abrazó. Mi sobrino como respuesta, y sin inmutarse,  le dijo a mi hermana que si podía salir a jugar. Se despidió después de mí  y así salió de nuestras vidas, esta vez para siempre.

Días después me enteré por mi sobrino que su mamá le dijo que se iban a divorciar y que su papá ya se había ido a Monterrey. Recordé la muerte de mi gato, Chester, cuando le dije que no quería volver a verlo, y pensé que mi deseo se estaba cumpliendo, seguramente al menos yo no volvería a verlo. 

No pude evitar acordarme de mi vecino, el mismo vecino al que, como ya conté, espiaba mientras se bañaba; ese mismo al que ya le tenía tanto rencor pues había descubierto que era él quien envenenaba a mis gatos.

Se acababa de comprar una moto, y todas las mañanas el ruido que hacía con su moto al salir me despertaba. Esa mañana de domingo yo planeaba dormir hasta darte pero el escándalo de su moto me despertó. "Ojalá se mate en esa moto, así ya me va a dejar dormir y ya no me va a matar a mis gatos", pensé aun entre sueños. Por la tarde se escucharon patrullas. Mi hermana, que estaba en casa del vecino pues su hija es a la fecha una de sus mejores amigas, llegó pálida. Las patrullas eran de los policías que habían ido a decirles que mi vecino había tenido un accidente en la moto, estaba muerto. Al parecer el accidente había estado feo y necesitaban que fueran a identificar los restos.

La sangre abandonó mi cuerpo, impresionado y asustado trataba de pensar que aquello no podía ser mi culpa, yo no había deseado su muerte de corazón. No era la primera vez que, impulsado por el enojo del momento, le había aplicado a alguien el “ojala te mueras” y nunca había pasado nada. Trataba de convencerme de que aquello había sido un accidente, él iba borracho, yo no podía haberlo provocado, no tenía nada que ver conmigo. Aun así no podía evitar el sentirme culpable.

Estábamos en la calle como casi todos los vecinos, impactados con la noticia; cuando extrañado vi que del terreno baldío de enfrente, salía de entre los matorrales un gato, incrédulo me acerqué a él, lo llamé por su nombre y constaté que ese era mi gato. Un gato al que ya hacía semanas había dado por muerto, un gato al que yo había asumido mi vecino también había envenenado. Al verlo mi mamá incrédula confesó que ella le había pedido a mi papá se llevara a perder a ese gato pues ya no querían que yo lo tuviera, curiosamente el gato había encontrado el camino de regreso a casa. No quería pensar que aquello era una señal, un mensaje del universo, no quería pensar que yo había estado culpando a mi vecino de algo que no siempre había hecho.

Esa noche, vi por primera vez en la TV una película que con el tiempo se convirtió en una de mis favoritas, principalmente por la canción con la que cierran los créditos finales, “Nothing’s gonna stop us now”. Después de verla y de que me distrajo de mis pensamientos momentáneamente, intenté dormir, sin conseguirlo. Cerraba los ojos e inmediatamente pensaba en mi vecino, me preguntaba si esa mañana yo no hubiera deseado lo que deseé, aun estaría vivo. Le pedí perdón a Dios, arrepentido y entre lágrimas, juré nunca más desearle eso a nadie. Sólo así pude dormir.

Con el tiempo me olvidé de ese incidente, o lo ignoré pretendiendo que nunca había pasado, como hacía con todo lo que me inquietaba. Para este momento ya lo había superado, ya había dejado de sentir culpa, el desamor me había vuelto lo suficientemente cínico como para creer que tenía el poder de causarle la muerte a alguien con el pensamiento, ojalá lo tuviera, pensaba. 

Pero ese día que casualmente se me estaba cumpliendo el deseo de no volver a ver a mi cuñado, pensé que aquello tampoco había sido mi culpa, no me sentí mal al ver lo ilusionado que llegó y lo triste que se fue, eso le pasa a los mata gatos, pensé.

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