viernes, octubre 30, 2020

Catching up

El pasado 16 de Agosto cumplí 10 años viviendo aquí en la CDMX, se podría decir que esta ha sido “La década”. Han pasado tantas cosas, han cambiado tantas cosas, y otras tantas siguen iguales. Revisando las entradas anteriores, reconozco que habría estado padre dejar constancia aquí de todas las cosas que han pasado, tantos lugares, tantas películas, tantos libros, tantos conciertos, tantos momentos. Pero, como suele pasar con las fotos, de los momentos realmente felices no las hay; pues se estaba muy ocupado disfrutando como para ponerse a tomar fotos o a escribir en un blog. 

Me quedé en 2011, en que estaba trabajando en una clínica de cirugía estética; pues no duré mucho, al poco tiempo me di cuenta de cosas raras que pasaban en ese lugar y desde mayo traté de renunciar. Resultó que el dueño era una fichita y andaba en malos pasos (años después hasta pasó una temporada en la sombra), era un tipo nefasto, prepotente, naco (aunque, ahora a la distancia, reconozco que me resultaba algo atractivo, recuerdo sus brazos velludos, su sonrisa malévola y burlona, sus mirada inquisidora, y esos uniformes de médico que siempre usaba y cuando se sentaba resaltaban su… ejem, ejem, como fantasía hubiera estado bien #shameonme). Me tocó presenciar tantas cosas de las cuales no me olvido, pero no quiero recordar. El caso es que no me dejó renunciar hasta que le consiguiera a quien me reemplazara, lo que sea de cada quien le salí resultón y aunque nunca lo reconoció, me daba cuenta de que él si estaba contento con mi trabajo. 

Pasaron los meses y los aspirantes, cuando un incauto caía trataba de dorarles la píldora y decirles que era el trabajo ideal y todo iba bien hasta que íbamos con él y los veía, siempre les encontraba un defecto: Tiene cara de pendejo, se ve muy indio, está muy chavo, no se viste bien, etc. 
Así estuvimos hasta noviembre, las cosas cada vez se ponían peor, él ya me veía como un mal necesario, le gustaba mi trabajo pero no entendía que quisiera irme, que quisiera dejar un trabajo “tan bueno” y “tan bien remunerado”, reconozco que la paga era buena y las “compensaciones” ni se diga; pero empezaba a ponerse más intransigente, grosero y el ambiente más peligroso. 
A uno que otro aspirante si lo aceptó, pero pasando unos días cuando yo le decía ya está mi sustituto ya me voy, me decía: No, córrelo. 

Hasta que un día me decidí, llegó un aspirante al que en dos días le entregué todo lo que tenía a mi resguardo, cheques, contraseñas bancarias, facturas de propiedades, dinero, todo. Obvio le hice firmar de recibido y puse de testigo al tipo que me contrató y me doró la píldora a mí. Conseguí que la persona de RRHH, que estaba en mi misma situación y renunció unos días antes, me dijera donde estaba mi expediente para que yo lo pudiera tomar, cosa que hice. No avisé, simplemente ese viernes saliendo de trabajar me fui a Guanajuato y el siguiente lunes ya no me presenté. Recuerdo que él tenía la costumbre de pagarle a su “gente de confianza” días después que a todos los demás, por lo que esa quincena les pagué a todos y mi sueldo ya no lo recogí, y ya ni hablar de un finiquito. 
A los pocos días me fui a Chiapas, me daba temor pensar en su reacción al darse cuenta de que ya no iba a volver y necesitaba sentirme físicamente lejos de él y de ese lugar. Descubrí que mi temor no era infundido cuando una compañera me mandó mensaje y me dijo que había mandado a sus guarros a buscarme y que se había enojado aún más cuando no encontraron mi expediente, ni mi dirección, respiré aliviado por habérmelo llevado. Y me reconfortó el ser tan antisocial y que a nadie de mis compañeros les haya compartido datos personales, como dónde vivía, a donde iba o de donde venía. 

Estuve en Chiapas prácticamente un mes para desintoxicarme de todo lo que había vivido, y volví para el concierto de Britney Spears en el foro sol el 3 de diciembre. A pesar de todo aún conservo buenos recuerdos de ese trabajo, la vista desde mi oficina, las comidas en los lugares cercanos, las caminatas por reforma cuando me salía al banco, las personas que conocí y de las que sigo siendo amigo, amigos de Facebook obviamente. 
Y me da algo de nostalgia que ese lugar ya no exista, el edificio fue demolido, y más nostalgia me dio hace algunos días que pasé por ahí y vi que el sanborn’s de la esquina, en el que estuve tantas veces, ya tampoco existe. En diciembre me fui a Guanajuato, como ya se iba a terminar el año no tenía caso buscar trabajo, recuerdo que ese año retomé el tejido de bufandas con el aparato este que es un cuadro de madera con clavos, por lo que esos meses me la pasé haciendo bufandas para todos. 

En enero de 2012 regresé dispuesto a empezar de nuevo, pero como decía la Nana Goya, que en gloria esté, esa es otra historia. 

Se me ocurre que poco a poco trataré de ir haciendo un resumen de lo que recuerdo de estos años, no será tan auténtico como quisiera pues plasmaré las cosas como las recuerdo y no como las sentí en el momento, ni tan preciso pues mi memoria ya no es lo que era #porqueruco pero pues es lo que hay.

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