martes, febrero 27, 2007

Se llegó mi hora.

Es cierto, es verdad, tengo que reconocerlo, no me queda de otra; y si, las netas te llegan así de repente y en los lugares más estúpidos. Así me llegó una ayer a eso de las 3:40 de la tarde, mientras iba en el camión del trabajo a la casa viendo los árboles del boulevard y notando lo fuerte de los rayos del sol y el cambio en el ambiente por la primavera.

Iba así tan absorto en mis pensamientos y de repente me llegó, así sin más, sin un aviso previo, sin advertencia, de un de repente entendí lo que he estado haciendo, lo que he estado dejando de hacer. Pero que difícil resulta, y es que una cosa es lo que se piensa y otra cosa es lo que se siente, y al pensamiento uno lo puede engañar, uno puede pretender, uno puede aceptar, uno puede hacerse a la idea, pero a los sentimientos difícilmente.

Y ahí está el problema, en lo que siento, en que me siento mal otra vez, en que me está costando no aceptar, no entender, no hacerme a la idea de que así son las cosas y así tienen que ser, me está costando no sentirlo, eso es lo que me cuesta. Tengo toda la disposición, toda la decisión, lo que no tengo es la forma de cambiar lo que siento, la forma en que me afecta y eso duele.

Quizá por eso había estado postergando ese momento, porque por muy bien que me sintiera, yo veía a ese fantasma rondando, acechando en la oscuridad, camuflageado, a veces casi imperceptible, pero aun ahí, lo veía, sentía que me miraba incluso en mis momentos de máxima felicidad, podía escucharlo diciéndome, “eso es, confíate, pretende que yo no estoy aquí, engáñate a ti mismo diciendo que me has vencido, que ahora si tienes todo lo que quieres, que finalmente has encontrado la felicidad, al fin que tú y yo sabemos que eso no es cierto, al fin que tarde que temprano ya no podrás seguir ignorándome y tendrás que enfrentarme, y ese día me verás en todo mi esplendor, ese día te inculcaré temor y te haré temblar y desearás no haberme ignorado durante tanto tiempo.”

Yo sabía que estaba ahí y traté de cambiarle de nombre, traté de ponerle otro rostro, traté de disfrazarlo y disimularlo, me inventé cosas que no sentía para distraerlo, para distraerme, me busqué otros problemas para postergar su encuentro. Pero ya no puedo más, ya no puedo seguir así, llegó el momento de enfrentarlo. Y es que es la raíz de todo, es el culpable de mi miedo a la soledad, es el culpable de que se me dificulte aceptar algunas cosas, es el culpable de que a veces me sienta como ahora, indefenso, vulnerable, desarmado, confundido.

Ayer descubrí y acepté finalmente que le tengo miedo a la vida, que tengo miedo a hacerme responsable de mi vida, que tengo miedo a tomar mis propias decisiones, resulta paradójico pues desde siempre me recuerdo independiente, desde siempre he querido y he buscado la forma de hacerme responsable de mi mismo, tratando siempre de no pedir ayuda, tratando siempre de rascarme con mis propias uñas. Pero en el interior, tengo mucho miedo, es por eso que voy por la vida buscando culpables, buscando a que aferrarme, y me ha funcionado, me ha funcionado hasta que deja de hacerlo y me siento mal, me siento mal como ahora, pero eso es temporal y pronto vuelvo a encontrar a que aferrarme, a qué echarle la culpa de lo que no me atrevo a ser, a quién o qué echarle la culpa de que no pueda vivir mejor mi vida. Primero culpé a mis papás y a la desintegración de mi familia y me dije que viviendo sólo y buscando un trabajo me iba a sentir feliz, y es cierto, al principio así fue, pero pronto eso cambio y me sentí igual de mal; intenté lo de la escuela y ocurrió lo mismo, intenté tantas cosas siempre con el mismo resultado. Ahora me doy cuenta de que he ido por la vida llenándome de cargas y responsabilidades, inventándome pretextos y traumas, haciendo un agujero para tapar otro, y todo por miedo, por el miedo absurdo de enfrentarme a la vida, de hacerme cargo de mi propia vida.

Ahora sería muy cómodo tomar el camino fácil y hacer lo de siempre, buscar algo que supongo me hace falta, algo que supongo me hará feliz y aferrarme a ello de nuevo, obviamente con una carga más a cuestas; pero esta vez no es tan fácil, pues ya tengo todo lo que suponía me haría feliz, y podría reemplazar lo que creo que no está funcionando, pero no quiero hacerlo, por que sé que realmente no es eso lo que no está funcionando, soy yo, y por eso ha llegado el momento de enfrentarlo, de enfrentar mis miedos y sobre todo de poner manos a la obra y empezar a hacer cambios para minimizarlo, para aceptar que lo tengo, que lo siento, pero sin que me paralice, digo negarlo no me ha servido de nada, al menos creo que reconocerlo es el primer paso, no para vencerlo pero para aprender a lidiar con él.

No es nada fácil, pues aun me estoy dejando llevar por la costumbre de culpar a los demás por la forma en que me siento, me estoy dejando llevar por la costumbre de tratar de cambiar aquello que no me gusta, sabiendo que no puedo y después agarrarme de ello para desecharlo. Eso me causa conflicto, y quisiera, quisiera que fuese más fácil, quisiera que fuese tan simple como cambiarme el cassette, como programarme como a una computadora, pero sé que no será así, sé que me tomará tiempo el desprogramarme, pero al menos ahora ya tengo la voluntad para luchar, por muy mal que ello me haga sentir.

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