miércoles, diciembre 13, 2006

I blame Candy!



Uno de mis recuerdos más felices o significativos de la infancia fue esa navidad, (oh si lo recuerdo perfectamente), fue en la navidad del 84, cuando la familia se reunió completa, eso fue un gran logro considerando que mi familia está compuesta por 8 hermanos y mis papás y que muchos de mis hermanos emigraron del nido materno cuando yo tenía menos de 3 años. Pero volviendo al asunto, fue aquella navidad, cuando mi hermana la mayor y su familia, fue a pasar la navidad con nosotros y nos llevó una televisión, brillante invento que sería parte importante de mi vida desde entonces hasta estas fechas. Recuerdo que era una caja de madera con 4 patas largas y muchos botones para cambiar canales y apagarla y encenderla. Teníamos que esperar como 5 minutos para que la cosa esa se calentara y encendiera pero para mi era el invento del siglo, se puede decir que marcó un antes y un después en mi existencia.

Considerando que vivíamos en un pueblo de máximo 300 habitantes, que estaba tan alejado de la civilización y de la tecnología, el tener una televisión en casa era algo que nos daba prestigio y cierto estatus, por lo que no tardó en correrse la voz y que mi hermana y yo tuviéramos nuevos amigos que iban a jugar con nosotros y, ya de paso, a que los invitáramos a ver la televisión. Y si había un programa que hacía que mi casa pareciera guardería y que la sala se llenara de niños acostados en el piso sin parpadear ese era Candy. A esa hora no había niños en la calle, el pueblo parecía desierto pues todos estábamos viendo las aventuras de esta niña rubia y pecosa.

Hace poco me volví a reencontrar con esta niña pecosa cuando en una de mis visitas al DF estábamos desayunando en un puesto de mariscos en el tianguis y en el puesto de junto sonaba una melodía conocida; debo de reconocer que salté de mi asiento como impulsado por un resorte y me asomé para ver de que se trataba y ahí estaba ella, tan rubia y pecosa como yo la recordaba, corriendo por la colina seguida de Any y de Clean, debo de confesar que se me hizo un nudo en la garganta y se me agolparon en la mente los recuerdos al ver aquello; y aunque me había resistido a caer en la tentación de la piratería, aunque me había mantenido fiel a mis principios y nunca había comprado un disco pirata, esta vez tuve que hacerlo, tuve que hacerlo pues debía de tener a esa niña en mi casa, debía de revivir su historia, debía de verla y recordar por que me gustó tanto, así que tuve que comprar los discos de la serie.

Honestamente ahora que estoy a punto de terminar de verla no entiendo el porqué de mi fascinación por esta serie, digo la historia me parece irrisiblemente tonta, es una farsa, una comedia mal lograda, quiero pensar que no es porque yo soy un amargado, o porque soy un cínico sin remedio, pero supongo que en aquella época me atraía la fantasía de encontrarme en la vida con mi propio Terry, con mi propio Albert, o sea lo admito desde entonces hubiera preferido besar a un sapo antes que a una niña.

Pero ahora entiendo de donde viene una buena parte de mi romanticismo ingenuo, así que culpo a Candy, culpo a Candy por ese deseo que tuve durante tanto tiempo de encontrar al príncipe azul que me protegería y me cuidaría en el anonimato hasta que finalmente un día me diera la cara y me confesara su amor, culpo a Candy por todas mis falsas ilusiones, porque por ella viví mucho tiempo con la esperanza de encontrar al hombre perfecto, con la creencia de que por mucho que la regara las cosas iban a salir bien eventualmente, (ja!) y que mis acciones no iban a tener “efectos secundarios”, culpo a Candy pues por ella me empeño en hacer de mi vida un constante drama con la esperanza del final feliz.

1 comentario:

Panxxito Un Ser Extraño dijo...

Yo tambien la culpo...

Buen dia y excelente fin de semana...