Al finalizar las vacaciones de verano nos fuimos a San Cristóbal. Antes acompañé a mi hermana, Lola, en un viaje de trabajo que tenía que hacer, en el cual se llevó a mi sobrino; supongo que quería probar mi desempeño como niñero. Entonces mi sobrino tenía 6 años y apenas iba a entrar a la primaria. Como niño con padre ausente, y madre barco, a veces podía ser berrinchudo, caprichoso, exasperante. Un desafío para la poca paciencia que en esos días andaba manejando.
La casa era pequeña, sólo tenía dos recámaras, por
lo que tendría que compartir una de las recámaras con mi sobrino. La recámara
estaba llena de cosas de mi sobrino y algunas de su papá, me dijo que hacía
mucho que no lo veía, se me hizo extraño que las cosas de su papá estuvieran en
su recámara y no en la de mi hermana pero
no pregunté. Como no me llevé casi nada, no hubo problema por el espacio. La
escuela estaba un poco retirada, tenía que tomar dos combis para llegar. De
nuevo tenía que levantarme a las cinco de la mañana y con un frío que calaba hasta los huesos. A la prepa iba por las
mañanas y al salir pasaba por mi sobrino al trabajo de mi hermana, donde lo
dejaba el transporte. Por las tardes Lola regresaba al trabajo y yo me quedaba
con el chamaco a vigilar que hiciera la tarea, y no quemara la casa.
Al principio todo iba bien, hasta que la escuela
empezó a complicarse. Al venir de una escuela privada y de un grupo reducido
donde recibía atención personalizada; resentí un poco el cambio. Nos dejaban
demasiada tarea, para compensar que en clase hacíamos prácticamente nada y que diariamente
teníamos varias horas libres por ausencia de maestros. Los compañeros también
eran diferentes, en la otra escuela éramos 3 hombres y el resto mujeres, aquí
eran mucho más los hombres. Hombres que hablaban de viejas, de fiestas y de
alcohol. A menudo nos dejaban trabajos en equipo o investigaciones para hacer
en la biblioteca. Para ello teníamos que reunirnos por las tardes. Con mi
ocupación de niñero eso se complicaba, no podía dejar sólo al sobrino en la
casa, algunas ocasiones Lola se lo llevaba al trabajo, pero no podía ser diario.
Se suponía que la condición de irme a vivir con ella, era que lo iba a cuidar.
El otro tema era el dinero, para los trabajos en
equipo había que comprar material, en la escuela pedían cuotas para todo. Mi
hermana me daba para los pasajes pero no era suficiente. Sobre todo cuando
generalmente después de terminar de “estudiar” por las tardes; los compañeros
sugerían comprar una botellita de bacardí, un litro de jugo de naranja, una
cajetilla de cigarros e ir a platicar a la iglesia del cerrito. Como estaba
tratando de encajar ni modo de cortarme; lo malo es que pedían cooperación, al
principio me invitaban, después ya tenía que caerle. Temeroso de que en este
ambiente relajado me volviera a pasar lo mismo que en la otra prepa, y notaran mis “desviaciones”, me acerqué a una niña, Elena, que desde los
primero días me habló. Empezaron con las bromas que quería conmigo y tal.
Curiosamente la niña vivía cerca de la casa, para no levantar sospechas empecé
a irme con ella a la salida y a pasar por ella en las mañanas. A ella le dije
que había dejado una novia en mi pueblo, por lo que debía tenerme paciencia.
Al finalizar el primer parcial obtuve buenas
calificaciones, aún así el cambio no estaba siendo como me lo imaginaba. Me sentía
muy sólo, añoraba tantas cosas de casa, extrañaba a mi hermana, a mis compañeros de la escuela, a mis papás, extrañaba exageradamente a otra
persona, con todo y las horas que pasaba viendo su foto. Con mi hermana teníamos cero comunicación, casi todo los días comíamos
juntos pero nunca me preguntaba de la escuela, de cómo me sentía, de nada. Los
fines de semana ella se encerraba en su cuarto a ver TV, mi sobrino se la
pasaba en la calle jugando con los vecinos, y yo escuchando música en el cuarto o viendo TV
en la sala, así no me había imaginado las cosas.
A los pocos meses mis padres volvieron. Todo había
salido bien con la operación, mi padre sólo tenía que volver después de unos
meses a revisión. Mi hermana los invitó y ellos fueron a visitarnos. Ante ellos
tuve que disimular que todo estaba bien, por dentro quería decirles que ya me
había arrepentido y quería volver. No podía hacerlo, no podía darme el lujo de
romper mi juramento, sobre todo cuando ellos se veían tan orgullosos, tan aliviados de ver lo bien
que estaba llevando el cambio.
Empezó a apoderarse de mi la desesperación, la angustia, la
ansiedad. Quería que el tiempo pasara rápido, quería ya terminar la prepa y
empezar a trabajar, a ganarme mi propio dinero. Quería comprarme ropa, zapatos,
quería un Walkman nuevo, quería casetes originales no esos piratas o
re-grabados que había comprado siempre, quería ya ser adulto; inocente de mí creía
que algo iba a resolver el ya ser un adulto.
Para el desfile del 20 de noviembre nos pidieron
dinero para comprar una playera, yo no tenía. Mis padres estaban ahí pero cómo
iba a pedirles dinero con todo lo que habían gastado en el viaje y la
operación. Mi hermana estaba ahí pero no le tenía la confianza suficiente para
pedirle. Dejé pasar los días hasta que nos dieron un ultimátum, en el desfile
todos íbamos a participar y todos debíamos comprar la playera, el día siguiente
era el último para llevar el dinero, si no lo llevábamos no nos iban a dejar
entrar.
Al día siguiente no me presenté en la escuela. Como
mis padres seguían en la casa no podía quedarme ahí. Me salí a dar una vuelta
al centro, a caminar, a sentarme en los parques. Volví hasta la hora en que llegaba regularmente de la escuela. Hice lo mismo
todo el tiempo que ellos estuvieron en la casa, curiosamente empecé a salir
temprano de clases y a entrar más tarde, afortunadamente eso no les pareció extraño.
Pretextando que había exentado algunas materias, me
regresé con ellos poco antes de las vacaciones de fin de año. Todo ese tiempo le estuve
dando vueltas al asunto. A estas alturas ya no podía volver a la escuela,
habían pasado ya semanas sin ir a clases. A ellos no podía decirles que había
dejado la escuela, me iban a poner a trabajar, me iban a ver como un fracasado,
otra vez.
Las vacaciones se acabaron y volví a San Cristóbal, aun sin saber que hacer. Como mi sobrino se iba a la escuela y Lola a su trabajo ya no tenía que salir de casa, me quedaba encerrado en el cuarto hasta que se iban. Varias veces mi hermana estuvo a punto de descubrirme al volver inesperadamente en el transcurso de la mañana. Al escuchar el carro estacionarse corría al cuarto a encerrarme, suplicando que no se le ocurriera entrar y me encontrara ahí. A la hora de salida sólo iba por mi sobrino, como si fuera de la escuela.
Pensando en lo que iba a hacer se me ocurrió comprar el periódico, había visto en las telenovelas que la gente buscaba trabajo en el periódico, y si me iban a poner a trabajar, sería en algo que me gustara, no soportando a mi hermano. Al fin que ya tenía un certificado de capturista de datos y cuatro semestres de la carrera técnica de Contador Privado, eso de algo me iba a servir.
Un día en el periódico vi un anuncio de algo llamado “prepa abierta”, estudia sin dejar de trabajar, decía. Fui a la oficina cuya dirección venía ahí a pedir informes. Consistía en que tenía que ir a asesorías los sábados o domingos y presentar exámenes cada dos meses, el tipo que me dio informes me lo planteó muy bonito, me dijo que podía tomar las materias que quisiera, que el mínimo eran dos, y que algunos sólo compraban los libros y con leerlos hacían los exámenes, ni siquiera era necesario ir a las asesorías.
Había encontrado la solución, podía hacer eso y de paso
conseguir trabajo, con mis capacidades quizá hasta terminaba la prepa en menos
tiempo. Asunto arreglado, el problema ahora era cómo se lo iba a decir a mis
papás, qué les iba a inventar para no reconocer ante ellos que no pude con el
cambio, que me acobardé, que fracasé, que necesitaba, de nuevo, una oportunidad, otra oportunidad para empezar de cero.
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