jueves, junio 03, 2021

ASÍ FUE NUESTRA HISTORIA, ASÍ FUE NUESTRO AMOR

El cuarto semestre fue una locura, yo estaba en clases ausente, distraído, distrayendo a mis compañeros. Me la pasaba dibujando “S” en mis libros, en mis cuadernos, en mi butaca, en mi piel. Mi grupo se volvió el malo de la escuela. Hicimos una bolita de amigos con los que nos íbamos de pinta, retábamos a los maestros, hicimos llorar y renunciar a nuestra maestra de inglés al burlarnos de su pronunciación, hicimos que corrieran a otro maestro que sólo iba a ponernos a leer y no nos enseñaba nada.

El colmo fue cuando le sugerí a nuestro maestro de administración que para pasar su materia nos dejara crear una empresa. Conseguimos el local, lo rentamos, buscamos el patrocinio de una refresquera y montamos una cafetería, todo esto a espaldas de nuestros padres.

Los padres se enteraron y la directora tuvo que hablar conmigo, y con mi papá. De nuevo fui una vergüenza, esta vez no por mis calificaciones, sino por mi rebeldía. Ya no sabían qué hacer conmigo, o le bajaba o tendrían que expulsarme, con todo y que seguía siendo el más brillante alumno de la escuela.

En casa me la pasaba encerrado en mí cuarto, con los audífonos de mí walkman puestos, escuchando música. No comía, no hablaba, sólo lloraba. Pasé de las canciones de amor, de las canciones de relaciones prohibidas, a canciones de desamor, de despecho, de amargura, las cantaba, las escribía, las rezaba. Mi madre al ver mi estado se acercó a mí con preocupación, me preguntó qué me pasaba, qué estaba mal. Yo, al no ser capaz de sincerarme con ella, le decía entre sollozos que quería irme de ahí, muy lejos de ahí.

Nuestro maestro de Ciencias Sociales nos organizó un viaje a San Cristóbal, quería que conociéramos la cultura de la ciudad, los museos, la arquitectura, eso si me hizo ilusión. El viaje estuvo increíble, ahí vivía mi hermana, la del carro con el que Sergio había tratado de enseñarme a manejar, y casualmente nos la encontramos en el jardín principal. No sé si me gustó la ciudad o el hecho de estar lejos de casa, pero de pronto me imaginé viviendo ahí.

En ese viaje volví con mi ex novia, no se me había despegado desde que volvimos a ser amigos. Por la noche me llevó serenata a la ventana del cuarto donde nos hospedamos,  y me regaló una rosa. Para mí la vida amorosa sin Sergio ya no tenía sentido, me había jurado jamás volverme a enamorar, no quería volver a ilusionarme, no quería volver a sufrir. Ella me estaba ofreciendo la atención, la compañía, el interés que tanto necesitaba en ese momento, yo se lo acepté.

A Sergio lo seguía viendo pero ya no lo buscaba como antes, ya no me ilusionaba como antes. Con el tiempo  había vuelto a ser el mismo conmigo, me volvió a sonreír, me volvió a ver. Volvieron las bromas con que “ya no lo quería” o “ya no me gustaba” cuando pasaban días sin vernos; volvió a tocar mí pierna, volvió a abrazarme pero ya no me lo creía, ya no me ilusionaba, sólo me dolía. Un día se subió un chavo a la combi y Sergio lo saludó muy efusivamente, por la conversación deduje que él no vivía ahí, iba de visita del DF. Quedaron en verse para tomarse unas chelas y yo pensé, quizá si me voy lejos, quizá si sólo vengo de visita, él me saludará de esa forma tan efusiva, y querrá tomarse unas chelas conmigo.

Un día al llegar a casa mi hermana y yo, nos dieron una noticia que nos sacudió. A mi padre le había salido una especie de barro cerca del ojo, el barro crecía y crecía por lo que había ido al hospital a que lo revisaran, le habían dicho que tenían que hacerle estudios pues podía ser cáncer, los estudios se los programaron para seis meses después.

Habían hablado con mis hermanas en Morelia y ya habían decidido que él y mi mamá se irían para que le hicieran allá los estudios, no sabían cuándo iban a regresar, no sabían qué iba a pasar. Para que mi hermana y yo no nos quedáramos solos, le habían pedido a mi hermano y a su esposa que se fueran a vivir a la casa con nosotros. Demasiado para asimilar en tan poco tiempo.

A los pocos días nos dieron la noticia de que los estudios salieron positivos y había que operar. Me dijeron que lo que le preocupaba a mi papá era yo, era mi comportamiento, era que aún me estaban pagando la escuela, mi hermana tenía su trabajo de costura y bien que mal podía sacar de ahí para pagar su colegiatura, la oveja descarriada ahora era yo, de nuevo era yo. Lo decidí, ahora sí tenía que irme de ahí.

Me imaginaba dejando la escuela y teniendo que volver a trabajar, me imaginaba el mismo futuro que el de mi hermano, trabajando en la refaccionaria de la tía, casado con quien fuera para que mis papás estuvieran tranquilos. Me adelanté y les dije que quería irme a San Cristóbal a vivir con mi hermana. Ella vivía allá sola con mi sobrino, yo podía cuidarlo por las tardes e ir a la escuela por las mañana. No estaban convencidos, no habían tenido buenas experiencias conmigo en una escuela pública. Para convencerlos de mi seriedad y madurez, me fui sólo a San Cristóbal e investigué lo que había que hacer para el cambio de escuela.

Con la información completa y con la aceptación de la hermana con la que iba a vivir, estuvieron de acuerdo. Ese el cuarto semestre sería el último en esa escuela, en esa ciudad.
Le di la noticia a mi hermana, no lo tomó muy bien, la dejaría sola pero no había alternativa, al menos ella aún tenía a Alejandro. Mis compañeros en la escuela tampoco lo tomaron muy bien, y mi novia, bueno a mi novia le consolaba que termináramos porque me iba de la ciudad, no porque hubiera otra mujer…

Ya con todo resuelto sólo me faltaba decirle a Sergio, primero pensé en no despedirme. Pensé en que sólo dejara de verme y que al aparecer de nuevo, al verme después de tanto tiempo, se diera cuenta de lo mucho que me había extrañado. Yo, para no extrañarlo quería llevarme algo de él, quería algo para que no me ganara la desesperación y al necesitar verlo me pasara lo que le pasó a mi hermano y volviera a lo cómodo, a lo conocido. No quería arriesgarme a que me pasara lo que juré jamás me pasaría, volver después de ya haberme ido. Quería una foto suya.

Cuando recién nos conocimos ya había intentado obtener una foto suya, sólo que con mi Kodad 110 y tomando las fotos desde la ventana de mi casa, mientras él pasaba en su combi; lo único que obtuve fue un rollo desperdiciado con fotos borrosas y movidas.

Esta vez pensaba tomarle la foto estando a su lado, de contrabando obviamente. Lo preparé todo para un domingo por la tarde, el momento en que el pasaje era escaso y había más probabilidades de que todo el recorrido fuéramos solos. Lo esperé en el lugar de siempre, llegó y si, nadie mas que yo se subió. Me sorprendió que ya se había dado cuenta de la ausencia de mis padres y del regreso de mi hermano a la casa, así que le conté todo, también lo de mi cambio de escuela y ciudad.

Se mostró solidario con lo de mi papá. Yo ya iba con la cámara en mano esperando el momento exacto, el momento en que se distrajera para disparar. El vio la cámara y me dijo, con su típica sonrisa burlona, que si eso era para tomarle una foto para llevármela de recuerdo. Me tomó por sorpresa, me sonrojé y me reí con él. Resultó que hablaba en serio, al pasar por una calle solitaria se detuvo, me dijo si quería tomarle una foto, incrédulo y nervioso le dije que sí.

Se bajó y posó para mí al lado de su combi, no lo podía creer! tendría mi foto. Salió mejor de lo que esperaba, mejor de lo que podría haber imaginado.

Después de ese día lo vi algunas otras veces al ir de visita de San Cristóbal. Ninguna de esas veces me saludó con la efusividad que esperaba, ninguna de esas veces me invitó a echarnos unas chelas. Un día, cuando estando en San Cristóbal decidí irme a Morelia, me despedí definitivamente de él. Le escribí una carta donde le mandaba la foto que le tomé y un dije de un trébol de plata que siempre que me veía me decía que le gustaba, ese dije que él tocaba y al bajar yo la cabeza, acariciaba mi barbilla jugando. Esa era mi forma de demostrarle, y demostrarme, que esta vez el adiós iba en serio.

Le escribí que me iba más lejos y que probablemente nunca volveríamos a vernos, le desee lo mejor para su vida y le prometí que, aunque no me correspondiera, yo nunca iba a olvidarle, nunca iba a dejar de amarlo. Después de enviarle esa carta no lo volví a buscar, esta vez no supe si leyó la carta, esta vez no esperaba una respuesta.

De las promesas que le hice la de nunca olvidarle si se la cumplí. Durante meses pasé noches escuchando a Los Bukis, mientras las lágrimas de añoranza por lo que no fue rodaban por mi mejilla. Por más enamoramientos que tuve, por más ilusionado que me encontré, esa “S” siguió grabada en mi memoria; como un día lo estuvo en mis cuadernos, en mis libros, en mi piel. De la promesa de nunca dejar de amarlo, de esa si me olvidé con el tiempo.

Aunque después de ese domingo todavía lo vi en otras ocasiones, ese día fue especial, fue el más especial. Ese momento, ofreciéndose a que le tomara una foto para recordarlo, fue mi final de telenovela, ese fue el cierre perfecto para nuestra historia; porque me gusta pensar que tuvimos una historia, y que, así fue nuestra historia, así fue nuestro amor.



P.D. Le devolví la foto, pero no el negativo… :P

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