miércoles, junio 02, 2021

LO UNICO QUE NUNCA CAMBIA, ES QUE TODO CAMBIA

Ahí estaba yo, de nuevo junto a él. Con la garganta seca, casi temblando de nervios. Lo vi mas guapo que nunca, después de tantos días sin verlo; olía más rico que nunca, sus ojos brillaban más lindos que nunca, pero estaba tan serio. El saludo inicial no fue el de siempre, lo entendía pero no me gustaba.

Después de las preguntas de rutina, ¿Cómo estás? ¿Qué has hecho? y del silencio incómodo, vino el tan temido “Leí lo que me diste”. Aunque ya casi me había resignado a que lo que iba a escuchar no era lo que esperaba, tenía la ligera esperanza de que el resultado fuese otro, pero no lo fue. En pocas palabras me dijo que “Él no le hacía a eso” que si tenía una amiguita se la podía presentar, o a mi hermana (pendejo), pero que conmigo nada. Quería decirle pues chinga tu madre, estuvieras tan bueno,  ojalá te mueras, quería odiarlo.

No pude hablar. Sentía que tenía el corazón atorado en la garganta, que si intentaba decir algo me iba a explotar, que la sangre se iba a volver agua y se iba a desbordar por mis ojos. En eso alguien hizo la parada, se me hizo conocido. Era un tipo que había trabajado unos días conmigo en la refaccionaria, lo habían corrido pues era demasiado confianzudo, demasiado relajado, esa fue la versión oficial. Lo cierto es que mi tía lo corrió a petición de mi primo, y mi primo pidió que lo corrieran pues le andaba haciendo la ronda a una chava que trabajaba con nosotros y era su amante. A mí el tipo nunca me simpatizó por llevado.

Maldita sea! Porqué encontrármelo aquí, porqué encontrármelo ahora. Se subió y saludó a Sergio, después a mí, le dijo a Sergio que trabajamos juntos, si me recordaba. Me preguntó por mi tía, la “pinche vieja” que lo había corrido; por la compañera causante de su despido, “la que tenía unas tetotas”…; platicamos de que yo ya no trabajaba ahí, bla, bla, bla, seguía igual de llevado.

A las pocas cuadras se bajó, se despidió de mí y de Sergio: “Sale carnal, te veo al rato en tu cantón”. Le pregunté a Sergio de donde lo conocía, me dijo que era su hermano. El mundo es un pañuelo. De haberlo sabido antes, habría hecho lo posible por ganarme al cuñado; de haberlo sabido antes, habría fantaseado en cómo se iban a apellidar nuestros hijos, ahora estaba ahí, enfrentándome al hecho de que no habría hijos.

No pude dejar de imaginármelos después, en su casa hablando de mí. Lo imaginé diciéndole a su hermano “Como ves que este putito me dio esta carta”. Imaginé la misma escena con su esposa. Lo Imaginé entregando esa carta a mis papás, a mis compañeros en la escuela, pegándola en la combi para que todos los que se subieran la leyeran ¿Qué hice? No me convenía odiarlo, no me convenía que todo quedara mal entre nosotros.

Antes de llegar a la casa estuvimos de acuerdo en que lo de la carta se iba a quedar en la carta, estábamos claros en que yo no podía esperar nada de él, no volvería a sacar el tema. Tan “amigos” como siempre.

Me dolió. Quizá todo fue una fantasía, quizá todo me lo imaginé, quizá todo fue un invento de mi cabeza, quizá el amor que creía tenerle no era real, pero el dolor que sentía en ese momento, ese sí que era real.

Lo lloré, mucho. Se me esfumó el futuro, se me acabaron los planes, se murieron mis ilusiones. La escuela ya no tenía sentido, salir a la calle ya no tenía caso, verme por las tardes con mis amigas ya no me hacía ilusión. Mi vida la había trazado a su alrededor, él era mi centro, al saber con certeza que a él no le interesaba ser mi centro, a mí ya no me interesaba mi vida.

Dejé de poner atención en la escuela, empecé a dejar de ir a algunas clases, me volví rebelde, retaba a cualquier figura de autoridad que tuviera cerca, mis maestros, mis papás, la directora de la escuela. Empecé a fumar, quería hacer algo malo, todo lo malo. Algunos maestros se acercaron, me preguntaban si tenía problemas, me decían que podía hablar con ellos; yo no quería hablar, quería morirme o que todos se murieran.

Mi ex novia se acercó de nuevo a mí, al ver mi cambio, al ver lo mal que estaba supuso que mi romance con la otra se había terminado, me ofreció de nuevo su amistad, su apoyo.

Después de ser un ejemplo me volví una mala influencia. De mi aprovechamiento no tenían queja, a pesar de mis distracciones, mis fantasías, mis castillos en el aire,mi promedio no bajaba. Al finalizar el tercer semestre aparecieron uno que otro ocho en mi boleta pero nada para preocuparse. El problema era mi comportamiento, mi actitud. El otro problema era que mis compañeros me seguían viendo como ejemplo e imitaban mi comportamiento, me volví el líder del grupo.

Por esas fechas se casó mi hermano, yo no quería ir a la boda, me obligaron. Mis padres querían que nosotros hiciéramos las pases, que todo volviera a ser como antes, para mi ya nada podía ser como antes.

Ese invierno, el de 1995, hasta el clima cambió, fue particularmente frío, gris, lluvioso. Parecía que se estaba adaptando a mi estado de ánimo, a mi forma de ver la vida. Ya ni el verlo a él le daba alegría a mis días.

Todo cambió, dejando claro que lo único que nunca cambia, es que todo cambia.

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