El tiempo pasaba y yo me acoplaba a mi nueva vida,
ya tenía mi rutina. Me levantaba a las 7 a darle de desayunar a mi sobrino y a
llevarlo a la escuela. Para el segundo grado mi hermana lo cambió de escuela,
ahora estaría en la misma escuela donde iban los vecinos, sus mejores amigos. Nos
empezamos a turnar con la vecina, la mamá de los niños, uno de nosotros los
llevaba y otro los recogía. Al medio día hacía de comer, después de ver las caricaturas o alguna telenovela repetida en TV Azteca. En la tarde, después de
comer, obligaba ayudaba a mi sobrino a hacer la tarea, después lo dejaba
salir a jugar un rato, se metía a bañar, le daba de cenar y se dormía. Yo me
quedaba viendo películas hasta tarde o escuchando música en mi walkman.
Un día cuando iba del mercado pase por un puesto de
periódicos y vi una revista de esas que compraba antes, tomé del gasto y me la
compre. Ya no me interesaba tanto las fotos de los tipos desnudos como los
anuncios de contactos, esa revista era reciente y traía más anuncios. Elegí los
que me parecieron interesantes y volví a
escribirme con extraños. Prefería los que vivieran lejos, esperando que con el
tiempo alguno me dijera que me fuera a vivir con él. El interés no pasaba de la
segunda o tercer carta, o hasta que ellos mandaban foto y yo me negaba a enviar
la mía.
Con las que me escribía con frecuencia era con mis
amigas de la prepa, quienes me contaban lo mal que iban las cosas, lo mucho que
me extrañaban, la falta que les hacía pues con mi partida el grupo se separó y
ya no había quien los liderara por el mal camino. También me escribía con Lis, mi hermana de
Morelia. Cuando estuvieron mis papás allá se había casado y en unos meses sería
madre, después de mucho intentos. La noticia me llenó de gusto pero también un
poco de celos, siempre la había visto como mi segunda madre, y ahora ella
tendría un hijo real que me reemplazaría.
Con Lu, la hermana que había dejado en casa, las
cosas empezaron a ir mal también. La directora de la prepa, hermana de Alejandro, y la
subdirectora, aun esposa de Alejandro, le estaban haciendo la vida imposible.
La escuela entera se había enterado de su relación y la veían como la otra,
como la roba maridos, como la rompe hogares. Mis padres ya también se habían
enterado de que en aquella ocasión mi hermano no mentía, si era cierto eso de
que los habían visto románticos en un parque. La armonía en mi casa se rompió,
los papales de nuevo se invertían, ella volvía a hacer la oveja negra y yo el
buen ejemplo, el bien portado, el que nunca se rinde y sigue luchando.
Le dije a Lu que se fuera a san Cristóbal conmigo,
me dijo que no quería que le pasara lo mismo que a mí en la escuela, que no se
pudiera hacer el cambio y perdiera un año. Le aseguré que eso no pasaría,
incapaz de confesarle la razón por la cual estaba yo tan seguro, incapaz de
decirle que fui yo el que dejó de ir a la escuela, incapaz de aceptarme frente
a ella como lo que era, un fraude. Total que la convencí, para el próximo
semestre se iba a ir conmigo. Al menos ya no estaría solo, al menos ya tendría
con quien hablar. Esperaba que con su llegada las cosas cambiaran, que me
asentara, que su presencia fuera un aliciente que me obligara a volver a buscar trabajo,
para retomar lo de la prepa abierta.
Fui muy egoísta pero ya no sabía qué hacer, necesitaba aferrarme a algo o alguien, ya estaba cansado de que las cosas cambiaban y yo seguía sintiéndome igual, sin rumbo, sin motivo.
Estaba ya muy desesperado, y estaba ya cansado de estar
desesperado.
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